La noche era
anormalmente silenciosa. El anciano Titón caminaba oculto bajo una gruesa capa
y de su cinto colgaba el arma más poderosa del mundo mágico; la Rosa Dorada.
Había tomado
el camino que rodeaba el bosque Sombrío, su intención era encontrar a Górmul y retarlo en combate
singular. No era un plan muy inteligente, él lo sabía, pero a su favor pesaba
la profecía que le abrió las puertas del Consejo de los 18.
Siendo muy
pequeño asistió a uno de los episodios más tristes de su vida. Su abuela, el amor
de su vida, se despedía y lo dejaba para siempre. Aquella mujer entrañable moría
en paz en su lecho después de haber
luchado contra una enfermedad incurable. De carácter peculiar y extraordinaria
belleza, la abuela de Titón poseía dotes poco comunes para la magia, su
conexión con la tierra le permitía leer las rocas y minerales, de los que sabía
extraer energía para curar. Del mismo modo, mezclaba todo tipo de hierbas para
fabricar ungüentos y cataplasmas sanadoras. Amante de la naturaleza y los animales,
disfrutaba de un don extraño que le permitía profetizar o adivinar el futuro a
través de los sueños.
Aquella mañana
fatídica, antes de dejarlo para siempre, la abuela llamó al nieto y le habló
con la serenidad y paz que solo experimentan los que ya saben su destino.
- Ven cara guapa- le ordenó con dulzura su abuela,
y el muchachito se acercó al rostro de su abuela intentando atesorar cada
aliento, cada susurro, cada palabra-. Ayer soñé contigo y debo advertirte que
pronto vendrán a llamarte para que seas el escudo de este mundo – la anciana
tomó aire con dificultad antes de continuar- hay un papel para
ti en la historia de Dámbil, para bien o para mal. Cuando llegue el
momento tendrás que ser valiente y entregar tu alma por la causa.
El pobre niño
se acurrucó en el hombro de su abuela, repitiendo mentalmente las palabras
hasta que dejó de notar la trabajosa respiración en el pecho de la anciana. Aún
tardó mucho tiempo en separarse de ella sabiendo que en aquel momento, moría
parte de su infancia.
Como había
predicho su abuela, a los pocos días, dos mujeres vestidas con unas túnicas
lujosas, se presentaron en su casa para reclamarlo como alumno del Bastión. A
su familia le informaron que Titón poseía cualidades extraordinarias y que en
un futuro formaría parte del Consejo de los 18. El niño sabía que las pocas
cualidades mágicas que conocía eran gracias a su abuela pero poco a poco, y
gracias a los maestros del Bastión, desarrolló enormes poderes relacionados con
el fuego, su elemento.
El anciano
Titón se enjugó los ojos en su túnica negra, una neblina brillante, amago de
unas lágrimas que querían nacer le impedían ver con claridad. El recuerdo de
las palabras de su abuela, aquella profecía que se había grabado a fuego en su
mente, era la principal razón por la que estaba decidido a enfrentarse a
Górmul. Lo único que lamentaba era que el momento de ser valiente y dar su alma
le llegaba tarde, hubiese preferido hacer frente a Górmul con la fuerza y
agilidad de su juventud pero por fin las cosas tenían sentido, su destino era
luchar y lo haría.
Aún absorto en
sus pensamientos, se asustó cuando la espada comenzó a brillar y a vibrar con
un zumbido parecido al de una abeja. Instintivamente posó la mano en la
empuñadura del arma. Una sensación de desesperación y angustia se instaló en su
corazón como un lamento de dolor que cobra fuerza con cada eco. Aquella
aprensión en el pecho tan terrible despertó todas sus alarmas.
-
Por fin llegas anciano –la voz sonó terrible,
con unos matices extraños similares al
de cientos cristales al romperse-.
El anciano se
giró para comprobar que un terrible orco enfundado en una gruesa armadura lo
observaba escondido tras unos setos densos y enormes. Las emanaciones y el aura
de ese ser eran tan abominables que a Titón no le quedaban dudas de que aquel
formidable orco era Górmul.
-
Veo que me traes la espada, excelente- la voz de
Górmul era cada vez más insoportable y Titón se esforzaba por no soltar la
espada y taparse los oídos.
Titón valoraba
la situación tratando de poner en orden sus ideas. Por alguna razón Górmul
había ido a su encuentro, algo que le facilitaba su tarea pero al mismo tiempo
le inquietaba enormemente que el terrible orco lo hubiera localizado con tanta
facilidad, sobre todo cuando ni siquiera sus compañeros del Consejo sabían de
sus intenciones.
Las nubes que
ocultaban la luna se apartaron descubriendo su grandeza y bañando con una luz
clara el terreno donde estaban los dos protagonistas. Pareciera que las fuerzas
de la naturaleza se habían aliado para que el viejo hiciera frente a su
oponente con la mayor cantidad de luz posible.
Górmul
se plantó ante el anciano dispuesto a arrebatarle la Rosa Dorada pero Titón,
intentando pillar por sorpresa a su adversario, lanzó un rápido ataque hacia el
pecho del Amo Negro. Rápidamente y con
sencillez, Górmul esquivó el primer ataque y bloqueó un segundo con los
brazales afilados de su armadura. Titón
no se dio por vencido y ¡¡¡Zas!!! Un tercer golpe impactó en el pecho del
malvado aunque la impenetrable armadura impidió que el filo lo hiriera, tan solo brotaron unas cuantas
chispas al chocar los metales. Titón alzó
la espada por encima de su cabeza y descargó un poderoso mandoble pero
Jálibu consiguió bloquearlo con su brazo acorazado. Por un momento los dos
adversarios forcejearon pero, con suma facilidad, Górmul golpeó con su otra
mano a Titón y lo lanzó por los aires. El portador de la espada reaccionó con
presteza y, con la agilidad propia de un felino, cayó de pie y se incorporó con
orgullo. Unas extrañas cicatrices brillaron en la frente de Titón, como si su
piel estuviera ardiendo, y alzando la mano recitó un extraño conjuro. De su
alrededor un fuerza comenzó a agruparse en su mano formando una bola de
energía, donde; fuego, agua, tierra y
aire se mezclaron con gran poder. En ese momento el Amo Negro conjuró su
arma más terrible; "La Hoz Sombría", la misma con la que había
quitado la vida la rey Rog. Corrió con
gran velocidad, desapareciendo y apareciendo para distraer a Titón, dispuesto a
asestarle un golpe definitivo que acabara con la vida del anciano. El conjuro
estuvo listo y Titón esperó el momento en el que Górmul se hizo visible para
lanzarlo con toda su furia. La bola de energía salió disparada abriendo un
surco en el suelo y golpeó con violencia la coraza del Amo Negro, pero no fue
suficiente y éste continuó corriendo
empuñado la "Hoz Sombría". El anciano, sorprendido porque su ataque
no había servido de nada, se recobró y empuñando fuertemente la espada, acudió
al envite de Górmul. Entonces fue
cuando todo sucedió: Los dos luchadores lanzaron un poderoso golpe y la Rosa
Dorada y la Hoz Sombría chocaron con un estruendo que se escuchó por todo Dámbil. El mundo se paralizó un instante, Titón
observó con miedo y terror como la Rosa Dorada se rompía en mil pedazos
mientras que Górmul sonreía maliciosamente. Pero fue tan solo un suspiro, pues
al comenzar a quebrarse, la Rosa Dorada estalló en mil pedazos y los dos
combatientes salieron despedidos por los aires a causa de una gran explosión de
energía. Górmul sintió como la Hoz Sombría desaparecía de su mano y se
convertía en una niebla negra que se extendía junto con la gran onda expansiva
de la Rosa Dorada. Después solo se escuchó el silencio, un silencio siniestro,
la calma que precede a la tempestad.
Así
fue como ocurrió el mayor cataclismo de la historia de Dámbil. La energía
liberada por la explosión de la Rosa Dorada rompió la barrera invisible que
separaba el mundo de los vivos y de los muertos. Dicen los más sabios que fue
la magia negra de la Hoz Sombría lo que provocó la ruptura de esa barrera y que
la energía de la Rosa Dorada fue la que expandió esa magia por todo Dámbil. La
cuestión es que la muerte dejó de existir, las tumbas se abrieron, la
tierra tembló y de ella surgieron
criaturas que llevaban siglos y siglos
muertas. Algunos se alzaron como esqueletos tenebrosos y los que habían muerto
recientemente se levantaron como zombis putrefactos. Un ejército invencible se alza en Dámbil.
¡que guapo como se lo curra bua!
ResponderEliminar