martes, 8 de mayo de 2018

CAP 29: La misión del asesino


No sabría decir cuánto tiempo había estado perdido, simplemente un día todo se acabó, mis ojos se cerraron para no abrirse jamás… o eso se suponía. 

Llevábamos varios días caminando por un desierto de hielo, acercándonos más y más a la delgada línea azulada del horizonte. Mi compañía era  una horda de innumerables almas atormentadas, salidas de la tumba, cadáveres andantes que, como yo, nos movíamos impulsados por una fuerza ajena a nuestra voluntad. Durante días habíamos caminado sin descanso, buscando un lugar en la inmensidad de hielo. Encontramos una gran superficie resplandeciente de agua congelada y el Amo, ante la expectación de todos, quebró el hielo liberando a una bestia espeluznante; un dragón de hueso de unas dimensiones  espectaculares.
Mi mente quería funcionar de nuevo, mis pensamientos se movían chirriantes como los engranajes oxidados de un molino abandonado. Poco a poco se fue disipando la niebla que me impedía ver las cosas con claridad, a medida que caminaba mis recuerdos volvían para atormentarme.
Formaba parte de un gran ejército, miré a mí alrededor y no pude evitar sentirme extraño. Una multitud de esqueletos se movían haciendo un sonido infernal, sus huesos rozaban unos con otros en un eco sordo que hacía pensar que una marea  de serpientes cascabel se desplazaban al unísono. Era una música diabólica interpretada con maracas de hueso y acero. 

- ¡¡¡¡Alto!!! El Amo quiere que paremos -sonó una voz gutural unos metros más adelante. 

Todos pararon en un movimiento seco, como títeres a los que se les ha terminado la cuerda.
Fue entonces cuando me pregunté por la cantidad de tiempo que habíamos estado marchando… ¿Dónde estaba el cansancio? Observé mis piernas cubiertas con harapos y con la piel hecha girones, no mostraban la más mínima señal de cansancio. Traté de suspirar pero no entró aire en mis pulmones ni tan siquiera surgió una miserable nube de vaho. 

Trataba de hilar los recuerdos de los últimos días pero solo me asaltaban pensamientos incoherentes e inconexos. Me veía a mi mismo luchando sin descanso contra orcos, elfos, duendes… quemaba aldeas, arrasaba ciudades y mancillaba cosechas y cultivos. Una voz me sacó de mis reflexiones.
- El Amo quiere verte - me interrumpió un oficial del ejército, un enorme troll que parecía una torre de huesos y carne putrefacta. 

Su voz arenosa tenía un sonido antinatural. Algún tipo de extraño conjuro permitía hablar a la criatura que acaba de dirigirse a mí. Su cuello era un amasijo de vertebras resquebrajadas que carecían de cuerdas vocales. Algo en mi interior me dijo que tal apariencia debía de despertar el más profundo de mis miedos, pero no sentí nada. 

Caminé  hasta llegar a la cabeza del enorme ejército. Algo se estremeció en mi interior, vi un enorme guerrero revestido con una fabulosa armadura que estaba sentado en un enorme bloque de hielo como si de un trono se tratase. Inevitablemente me sentí atraído por el aura de poder que rodeaba a aquel ser extraordinario. Me acerqué impulsado por una fuerza cautivadora, hipnotizado y seducido por el cabecilla del ejército. Por alguna razón tenía la certeza de lo que seguiría al fin del mundo si fuera necesario. En la lejanía observé al dragón-esqueleto, estaba posado sobre la cima de una montaña, oteando el horizonte. 

Un grupo de jinetes, que montaban sobre unas aberraciones esqueléticas estaban hablando con el Señor del ejército. Reparé en las monturas, eran una especie de lobo inmenso, tenían el cuerpo medio cubierto por un pelaje apelmazado y de aspecto grasiento, le faltaban trozos de piel aquí y allá dejando al descubierto huesos amarillentos y descarnados. 

- Mi Señor, traemos noticias del Bastión - dijo uno de los jinetes-. Por alguna razón que desconocemos, el Consejo de los 18 ha decidido bajar la fortaleza flotante a tierra firme. Ayer comenzó a perder altura hasta que se posó  cerca de la frontera Este del bosque Sombrío. 

El Amo Negro permaneció impasible, con sus brazos reposando sobre el improvisado trono. Un pequeño destello azul iluminó sus ojos con un brillo fugaz y malicioso. La voz del jinete espía continuó:

- Pero eso no es todo. Han observado como varios miembros del Consejo han salido del Bastión en diferentes direcciones. Tan solo unos pocos Consejeros han quedado defendiendo la Ciudadela- Creemos que se han rendido y abandonan su hogar- sentenció.
Górmul se revolvió en el trono, algo le inquietaba en la última noticia de sus espías. Oscuridad no era tan tonto como para dejarse engañar. Presentía que algo así sucedería. Muy posiblemente el Consejo de los 18 haya empezado a mover ficha para intentar frenarlo. No sabía lo que tramaban pero fuese lo que fuese, no les dejaría lograrlo. 

- ¡Tú! - llamó por fin el Amo Negro señalando en mi dirección, una especie de sacudida eléctrica estremeció mi cuerpo desde el interior.
Sentí otra vez ese impulso irresistible, era incapaz de negarme a obedecer, mis piernas se movieron por obra de algún extraño sortilegio. Caminé hasta situarme frente al trono de hielo. Górmul fijó en mí sus dos brillantes zafiros, me atravesó con la mirada leyendo los secretos que ni tan siquiera yo podía recordar. Me situé cerca, casi podía tocar su rodilla con mi nariz.
- ¡Dime tu nombre!- ordenó. 

No pude responder, era una pregunta sencilla, los niños aprenden a contestarla desde pequeños y no se olvida en la vida…pero claro, yo no estaba vivo. Permanecí titubeante sin saber que decir ni hacer cuando el Amo alargó su mano y la posó en mi cabeza. Sentí magia fluir a través de sus dedos y mi cerebro empezó a funcionar. 

Vi mi pasado con una claridad estremecedora. Un pasado lleno de muerte y maldad. Por mi mente pasaron mil y un rostros, gente que suplicaba y que pedía clemencia…pero yo no se la daba. Eran mis víctimas, voces que se clavan en el interior recordándome cual era mi verdadera  naturaleza.
- Soy Maldafur, asesino de élite. Me llamaban "El segador de almas", " La muerte silenciosa". Muchos pagaron millares de plerios para contar con mis servicios. Mi oficio era  quitar vidas, mi Señor - la voz salió de mi cuerpo con una seguridad inaudita, fluidas y llenas de autosatisfacción. En ese preciso instante supe que aquel señor era Oscuridad, el atormentado dios que gobernaba los infiernos y que llevaba la eternidad recopilando almas condenadas para la guerra que estaba a punto de comenzar. 

Mientras hablaba y recordaba, seguía viendo momentos de mi pasado y me di cuenta de que sonreía. 
- Bien Maldafur, tu fama te precede- dijo Oscuridad mientras un mueca que podría ser una sonrisa se adivinaba en su rostro- Has oído lo que acaban de decir mis espías. Hay varios jóvenes, miembros del Consejo de los 18 a los que debes encontrar y eliminar.
- Como ordene mi Señor- contesté.
- Sea cual sea su misión debes de impedir que la cumplan. Aquí tienes un pequeño regalo que te servirá adecuadamente- dijo señalando una armadura de cuero tachonada con una máscara de metal ennegrecido, además había un cinto del que colgaban dos puñales de una factura hermosa. Sospeché que el equipamiento que se me concedía tenía cierto poder oculto, una magia extraña rodeaba la armadura.
- ¡Vosotros! -dijo Górmul dirigiéndose a los espías. Movilizad   a las tropas, partimos hacia el Bastión.
La suerte estaba echada, pensé. Mi Amo partiría a Sur para hacer cenizas la Ciudadela flotante. Yo cumpliría con mi misión:
La caza acaba de comenzar.

1 comentario:

  1. ! Maestro todas las Historias que as echo en todo este tiempo a estado Chulas
    Joaquín y Aarón

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