jueves, 17 de mayo de 2018

CAP 31: Pobre rata


El poderoso wargo cubría totalmente la salida de la cueva, respiraba furiosamente, apretando los dientes amenazante. 

- No vas a acabar con nosotros tan fácilmente -rebatió Yumi apretando la empuñadura de su espada-.
Antonio, sonreía, parecía que disfrutaba con la situación, quizás porque aún no era consciente de que sus vidas corrían un grave peligro.  Cande, mucho más prudente, aguardaba unos pasos atrás, observó que la hoja de su espada se había mellado a causa del impacto con la dura máscara de Maldafur. "De regreso tendré que llevarla al herrero…bueno, si regresamos" pensó con cierto pesimismo.
- ¿Dónde está vuestro ejército? - se interesó Antonio tratando de sacar alguna información útil.
- Me basto yo solo para terminar con vuestra miserable vida y no soy tan estúpido como para  delatar los planes de mi señor -contestó el no-muerto. 

Yumi puso los brazos en jarra, el tal Maldafur parecía tenerse en muy alta estima y, adivinando las intenciones de su compañero Antonio, atacó su punto débil; el orgullo.
- No serás tan buen asesino, es decir ¿qué más te da contestar a nuestras preguntas? ¿O acaso no te ves capaz de vencernos a los cuatro?
- ¡Ja! Os convertiré en parte de nuestra legión y en tres lunas vuestros cuerpos putrefactos asistirán a la caída del Bastión y del Consejo de los 18, aunque a partir de hoy pasaréis a ser  el Consejo de los 15…Ñiajajaja.

Los tres intercambiaron sus miradas, Maldafur había mordido el anzuelo. Al parecer, su repentina  llegada tenía como objetivo terminar con las vidas de los miembros del Consejo, posiblemente para mermar la moral de las tropas antes de la gran batalla, además, al afirmar que tras vencerlos el Consejo pasaría a ser el  de  los 15, dejó al descubierto que eran los primeros miembros con los que se encontraba. De cualquier modo, la infame criatura había revelado que Górmul aún se hallaba a varias jornadas de camino. 

Sin previo aviso, el asesino arrancó con gran velocidad dispuesto a cumplir con la promesa de aniquilarlos. Antonio, el más cercano, fue el primero en sufrir la acometida, apenas tuvo tiempo de levantar su espada cuando tres estocadas fulminantes, golpearon su armadura haciéndolo volar por los aires.  Sus compañeras  quedaron sin respiración al ver caer a su compañero con tanta facilidad. Yumi reaccionó y se plantó frente a Maldafur tratando de cubrir a la maestra Lola que corría a socorrer a su compañero. 

El sonido del entrechocar de los metales despertaba ecos sordos en la cueva, parecía como si un ejército entero se batiera sin cuartel. Maldafur hacía retroceder a Yumi, que trataba desesperadamente de defenderse de la lluvia de golpes que se le venían encima.
- ¡Antonio! ¿Estás bien? - preguntó Lola arrodillada ante el joven muchacho-.  
-  Ahhh… ¿viste eso? es increíblemente rápido y sus  dagas son capaces de atravesar el metal, por suerte llevo la cota de malla debajo, sino estaría muerto - contestó dolorido señalando su costado derecho donde la armadura estaba hendida-.
                Dicho esto la maestra Lola invocó parte de su poder y la palma de su mano se iluminó con una luz blanca. Proyecto la energía curativa en el pecho de Antonio que pronto se sintió recobrado.
-          Gracias, maestra – dijo Antonio con sinceridad.

Un gritó advirtió que su compañera estaba en apuros. Maldafur consiguió desmontar la defensa de Yumi y girando como un torbellino sobre su pierna izquierda, le propinó una patada en el estómago con tal fuerza que la muchacha impactó contra la pared de la cueva quedando aturdida en el suelo.  

Antonio se alzó decidido y se interpuso en el camino del asesino que ya avanzaba para rematar a su víctima indefensa.  Las espadas volvieron a cantar pero esta vez  el joven flaimer no dejó que volviera a sorprenderle la velocidad de su adversario. Invocó parte de su poder elemental prendiendo su puño izquierdo en llamas, y tal y como había practicado infinidad de veces, lanzó un proyectil ígneo al torso del asesino. La tenue oscuridad de la cueva desapareció a causa del destello dorado. Maldafur no pudo esquivar el hechizo y, aunque trató de mitigar el impacto cruzando las dagas sobre su pecho, la fuerza de la explosión hizo que sus brazos se abrieran en cruz dejándolo por unos instantes desprotegido.  Cande, cubrió como un rayo la distancia que le separaba del no-muerto y lanzó un tajo descendente que cercenó el brazo derecho de la criatura. El ataque fue un éxito y los miembros del Consejo, al ver la extremidad cortada agitándose en el suelo, sintieron que era posible la victoria.
Maldafur retrocedió tambaleándose, descubrió que su brazo había desaparecido. Las cuencas de sus ojos miraron con una maliciosa luz azulada a sus adversarios, para después, romper a reír con carcajadas agudas y desagradables.
- Ñiajajajaja, ÑIAJAAAA, pero ¿cómo sois tan ignorantes? ¿No os dais cuenta de que ya estoy muerto? ¡Nada podéis contra mí! –exclamó en tono burlón.
Diciendo esto, del muñón de su brazo surgieron unos hilos de energía azul que se conectaron con el extremo que yacía en el suelo, aún renqueante. Asombrados, contemplaron como la atroz magia hizo levitar la  extremidad hasta volverla a colocar en su sitio. El no-muerto continuó burlándose mientras recogía, con su mano recién recolocada, su letal daga negra.
- Esto es una pesadilla -dijo Cande mientras trataba de recomponer la situación- No podemos quedarnos en esta cueva, terminará venciéndonos por agotamiento ¡Es indestructible!
- Tenemos que escapar a cualquier precio, aunque nos siga al Bastión, allí somos fuertes y no osará atacar una fortaleza -propuso Antonio-.
- No creo que ese wargo vaya a dejarnos pasar así como así -observó Yumi-.
- ¡Ataquemos a la bestia para despejar la salida! -gritó Cande- ¡Ahora!
Antonio y Yumi corrieron hacia la salida dispuestos a terminar con el molesto centinela, pero una sombra se interpuso en su camino.
- ¿Os vais sin despediros? - el no-muerto chasqueó la lengua en señal de desaprobación acompañando la escena con fingida aflicción.

Con extrema sencillez volvió a deshacerse de Antonio golpeando su hombro con un tajo ascendente. La armadura sufrió daños irreparables y el joven flaimer cayó herido al suelo. Yumi no tuvo mucha más suerte, con un movimiento rápido, el asesino consiguió desarmarla quedando a su merced. Cande, desde la retaguardia conjuró parte de su poder de aire y  levantó con una ráfaga de viento una enorme roca que salió disparada contra el lobo wargo. Maldafur adivinó sus intenciones, y perdiendo su interés en Yumi, lanzó un contrahechizo que impactó contra la roca lanzada por la joven eolir,  convirtiéndola en gravilla.  

- Os dije que no escaparíais, moriréis aquí y ahora -esta vez, la voz del asesino no era burlona, todo lo contrario, parecía una verdadera sentencia  y eso hizo que los cuatro aventureros se estremecieran. 

En ese momento, Yumi reparó en un detalle que se le había escapado desde la llegada del asesino. El wargo, plantado frente a la entrada de la cueva, resoplaba lanzando enormes nubes de vaho. Su lomo, cubierto de pelo grasiento y erizado, subía y bajaba a un ritmo constante…eso quería decir que la criatura no era una aberración de Górmul, respiraba: ¡Estaba viva! Sin pensarlo dos veces, comenzó a cantar. La preciosa voz de Yumi inundó cada rincón de la caverna, interpretó una canción lenta, sin estridencias ni subidas de tono. Las notas surgían con limpieza de su garganta, acariciando los oídos de los presentes, reconfortando el ánimo y restableciendo la valentía en los corazones. El mismo Maldafur pareció dudar por un momento, su alma maldita se agitó recordando un ligero atisbo de su humanidad perdida. Antonio, hizo un esfuerzo por levantarse, la herida abierta en el hombro no era mortal pero le dolía terriblemente. El wargo, empezaba a dudar y el pelor erizado de su lomo empezó a caer lacio sobre su cuerpo apelmazado. Yumi se dio cuenta de que el animal se estaba calmando con la bella melodía y comenzó a caminar hacia la bestia. Ya cerca del wargo el animal agachó el hocico y Yumi aprovecho para acariciarle la cabeza, se aproximó al oído del wargo y susurró con la voz más melosa de la que era capaz: 

- ¡Vete! – la bestia corrió al trote y se adentró en la inmensidad del bosque dejando la salida de la cueva despejada.
- ¡Ahora! - ordenó Cande y todos corrieron hacia la luz del atardecer.
La primera en salir a cielo abierto fue Yumi, seguida muy de cerca de su compañera Cande y la maestra Lola. Antonio, herido fue mucho más lento, y justo cuando sus pulmones ya notaban el aire limpio del exterior, Maldafur invocó un traicionero conjuro que impactó con terrible violencia en la parte superior de la salida, desmoronando el techo.
- ¡¡Nooooo!! - gritó Yumi aterrorizada al escuchar el estruendo de la roca caer.
- ¡¡Antonio!! – la maestra Lola contempló lo que había sido la salida de la cueva, ahora un montón de rocas enormes les separaban del muchacho que había quedado solo y herido, atrapado con un asesino indestructible.  

Antonio se arrastró en la oscuridad mientras tosía por el exceso de polvo. Trató de orientarse en la oscuridad, tanteó el suelo y sus dedos acariciaron una mata de  pelo apelmazada, era como un trozo de cuero, rígido y seco. Un terrible hedor abofeteó su olfato confirmando sus sospechas; era la rata. Aunque la peste era insoportable, Antonio se alegró de haber encontrado al animal muerto, una idea  tomó forma en su mente, no tenía otra salida.
- Ñiajajajaja ¿No te parece romántico? Tú y yo solos, en este apartado lugar, lejos de ruidos e intromisiones -se mofó Maldafur desde la penumbra-. 

Antonio no prestó oídos a sus burlas y gateó con la rata en la mano tratando de encontrar el hueco que había dejado Cande al levantar aquella piedra enorme. Escuchó el roce de los huesos del asesino muy cerca, como el sisear de una serpiente que acecha a su víctima antes de  darle muerte. Se centró en su tarea y por fortuna, dio con la abertura en el suelo. Tiró la rata dentro del hoyo y se quitó la coraza de su armadura depositándola como tapadera, protegiendo el lugar donde descansaba la rata. Del exterior le llegaban los gritos apagados de sus compañeras. Era el momento de poner en práctica su plan. 

- ¡Maldafur! - el joven llamó al asesino mientras invocaba casi toda su reserva de magia. Desde los pies, surgió una oleada de energía creando un aura de fuego. El cabello dorado danzaba armoniosamente siguiendo el hipnótico ritmo de las llamas. Su cuerpo desprendía un calor imposible de soportar para cualquier criatura, la cueva volvió a iluminarse hasta el último rincón. Aun con el hombro malherido, Antonio se erguía imponente como  una antorcha humana.
- ¡Ah! Estás ahí y parece que tienes ganas de seguir jugando, gracias por alumbrar un poco esto, así podré terminar antes contigo…y ¿Oyes eso? -preguntó al muchacho refiriéndose a las voces de Yumi, Cande y Lola que venían desde fuera- las muy necias se han quedado fuera esperándome, cuando termine contigo no tendré ni que seguirlas para darles caza.
- No saldrás de aquí -afirmó seguro de sí mismo, Antonio-.
- Ñiajajajajaja, ¡Eres un estúpido!
- No soy estúpido, soy…un ¡¡FLAIMER!! -al gritar, Antonio liberó todo el poder de fuego que había en su interior convirtiendo la cueva en un horno letal capaz de calcinar cualquier cosa.
En el exterior Cande usaba su magia para mover las enormes rocas de la entrada, tratando de abrir una nueva salida para su compañero. Al retirar una de las  colosales  piedras que obstaculizaban el paso, un chorro de llamas salió hacia el exterior. Las dos muchachas y Lola  se tiraron  al suelo para protegerse del fuego. Durante unos segundos, quedaron aturdidas tratando de comprender lo que sucedía. La calma reinó por unos instantes pero pronto, las dos muchachas se levantaron como resortes al ver como una figura escapaba de la cueva usando la salida que acababa de abrir Cande.   Desenvainaron sus espadas y se prepararon para el combate.
- ¡¡Tranquilas, soy yo!! -dijo la voz de Antonio.
Las dos compañeras corrieron a socorrer al joven flaimer que abandonaba la cueva con el cuerpo maltrecho por el combate y el cansancio.
- ¿Pero dónde está Maldafur? ¿Sigue dentro? - se interesó Yumi.
- Está aquí -el muchacho alzó el brazo mostrando una rata que se movía y trataba de morderle los dedos ¿Ahora ya no eres tan peligroso? ¿Verdad, saco de huesos? -se mofó Antonio.
Maravilladas por el curso que habían tomado los acontecimientos, solicitaron a su compañero que les contara lo sucedido después del derrumbe.
- Tras el derrumbe, quedé postrado en el suelo y la casualidad quiso que me encontrara con la rata. Recordé que en la asamblea, mencionaron que el fuego podía calcinar al enemigo pero que no era la solución, puesto que las almas malvadas buscaban otro cuerpo donde alojarse para seguir con sus  fechorías. Maldafur cometió un error al dejarme  totalmente encerrado con él, tras reducir a cenizas su cuerpo, apareció un pequeño fantasma azul que revoloteaba de una lado a otro hasta que fue a  alojarse en el cuerpo de la rata, ya que era el único cadáver de los alrededores. 
- Simplemente asombroso -reconoció la maestra Lola, sin ocultar su admiración por tal muestra de ingenio.
- Creo que es hora de volver, hemos tenido bastantes emociones por hoy -propuso Yumi. 

La maestra Lola volvió a usar parte de su magia curativa para restablecer las heridas de Antonio. Juntos se dirigieron, doloridos y agotados,  al lugar donde les esperaban sus monturas. Antonio echó a Maldafur en un saco mientras lanzaba ridículos grititos desde su cuerpo de roedor. A fin de cuentas, tenían en su poder una buena reserva de musgoseta  y, desde luego, habían estirado las piernas. 

1 comentario:

  1. ¡Maestro sacanos a los demás rabúo que son las ultimas historias!

    Elisea

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