jueves, 22 de marzo de 2018

CAP 22: El llamamiento de los 18 parte 2


Aarón corrió velozmente  por el pavimento de las callejuelas del Bastión. No avanzó mucho cuando una hermosa música acarició sus oídos. Aarón reconoció la melodía dulce, bellamente interpretada. Era una canción triste que se compuso en honor a las víctimas de la Guerra del dragón. Con ese nombre se conocía en Dámbil al conjunto de acontecimientos protagonizados por Dúlfenor y su épica batalla contra Élestor y Rínuviel.  Normalmente la voz era acompañada por un instrumento de cuerda, un “crimnalor”, inventado por los duendes hacia muchos siglos y que emitía un sonido delicioso, una mezcla entre violín y arpa. En este caso, solamente una voz cantaba  sin acompañamiento de ningún tipo. Aarón se acercó al lugar del que provenían las notas y entonces la vio. Estaba sentada al borde de una fuente de la que brotaban chorros cristalinos de agua. La joven  vestía unos ropajes ceremoniales, propios de los miembros del Consejo, de un color naranja apagado. Llevaba unos brazaletes de plata y plerio que emitían caprichosos destellos debido a la cercanía del agua. Llamaba la atención su hermoso cabello, largas hebras acastañadas  se posaban con suavidad sobre sus hombros. Pequeños adornos realizados con ramitas de jazmín adornaban su cabellera; las damas del Consejo las usaban para perfumar el cabello después de haberlo lavado. Yumara de los Flaimers, pues ese era su nombre, siguió interpretando la triste tonada.


Aarón esperó, esta vez, con mucho gusto a que Yumara terminara. Las notas brotaban con dulzura  y su voz  llenaba de magia el ambiente. El ruido de la fuente parecía silenciarse a propósito para no estropear la música con su borboteo. El pelo de la joven Flaimer bailaba y se mecía; con las notas más alegres se ondulaba divertido y con las más lentas se alisaba, tendido sobre los hombros de su dueña. Centella escuchó ensimismado durante largo rato, aunque a él le pareció un suspiro. Yumara mantenía los ojos cerrados, concentrada, su rostro transmitía serenidad. Cuando finalmente terminó y abrió sus ojos, vio frente a ella al mensajero.

- ¡Hola Yumara! –gritó Aarón para sacar a Yumi de su trance-.
-¡¡Ay!! ¡¡Qué susto!! – la voz de la joven cambió de repente,  ahora era tan estridente  que a punto estuvo de tirar de espaldas al pobre Centella con su griterío-.  

Yumi, era una muchacha con cambios de humor repentinos. Igual estaba tranquila y sosegada que de pronto se ponía nerviosa e irritada. Su voz cambiaba con su carácter, mientras estaba relajada podía emitir dulces notas entonadas a la perfección, pero si se enfadaba sus gritos eran insoportables.

- No…no quería asustarte, lo siento Yumi –dijo Aarón asustado por el repentino cambio de humor de su compañera-.
- ¡Estaba tranquila cantando y me vienes dando voces! ¡Normal que me asuste! – explicó Yumara sin bajar ni un poquito la voz-.
- Bueno, ya te he dicho que lo siento. Estaba escuchándote cantar y me quedé embobado disfrutando de la música. Cuando te saludé me salió la voz un poco más alta de lo normal pero no era mi intención pegarte un susto, de verdad. Por cierto me ha encantado la canción – la voz de Aarón era de arrepentimiento, acaramelada y no tardó en camelar a Yumara que visiblemente estaba más tranquila-
- Ah, entonces ¿te ha gustado la canción? –la joven ya no gritaba y había recuperado su tono normal, dulce pero ligeramente aderezado con una sutil ronquera a la que Yumi debía parte de su personalidad-.
El muchacho se secó el sudor de la frente, hablar con Yumara no era fácil pues era tan inestable como el fuego al lado de la brea. Pero percibió un cambio en la actitud de la joven y supo que el peligro había pasado, alabar sus dotes de cantante había dado un buen resultado.

- Vengo a traerte un mensaje muy importante –Aarón dejó volar su mirada hacia el horizonte y comprobó que la puesta de sol estaba próxima- en apenas dos horas, con la puesta del sol, celebraremos una gran asamblea en la Gran Pirámide. Todos los miembros del Consejo debemos acudir.

Yumara quedó pensativa, nunca había asistido a una gran asamblea, era un evento muy importante donde las personalidades más importantes de Dámbil se reunían en caso de peligro inmediato.
-          ¿Es por lo de Górmul? –preguntó Yumi casi en un susurro-.
-          Me temo que sí –confirmo Aarón-.
-          Bueno, pues allí nos veremos –se despidió Yumara-.
-          Por cierto ¿no sabrás dónde andan Teilla y Diana? – son las únicas que me quedan por avisar.
-          Pues hace un buen rato vi a Teilla y me dijo que iba a casa de Diana a que le arreglara su bastón, ya sabes que esas dos siempre están juntas – contestó Yumi-.

Aarón ya sabía donde buscar, alzó la mano en señal de despedida y se alejó galopando por el recodo estrecho de una de las calles próximas a la fuente. Se dirigió a la zona suroeste de la ciudad, a un lugar muy especial, donde se encontraba Diana de los Eolirs. Pronto, sus pasos le llevaron a una  pequeña casa, construida en piedra y madera oscura, aquel edificio era la típica vivienda del Bastión, sencilla pero hospitalaria. Centella tocó la puerta y esperó.  Se escucharon unos pasos en el interior y el ruido del picaporte al girar confirmaron que Diana estaba en casa. Una joven apareció en el umbral, vestida con las mismas ropas de tono naranja que llevaba Yumi, eran las vestiduras ceremoniales, y eso quería decir que Diana ya estaba preparada para su cita en la pirámide. 
- ¡Hola Centella! Entra, pareces cansado ¿Quieres comer algo? -dijo Diana saludando-.
Así era Diana, una muchacha generosa y amable. Aunque era difícil verla enfadada, era mejor estar lejos si eso ocurría.  Tenía un rostro entrañable y bello. Su voz era graciosa y a veces, cuando quería ponerse exageradamente fina, añadía “eses” finales a palabras que no las llevaban y decía tonterías como “te voy a contass una cosassss”. Eso hacía reír a sus compañeros.
-  No gracias, tengo algo de prisa.
- Bueno pues pasa, no te quedes en la puerta, aquí siempre eres bienvenido - invitó regalando una de sus mejores sonrisas- 

Diana era de la tribu de los Eolirs, su casa era un lugar frecuentado por los magos del Bastión. La joven tenía una habilidad extraña  para la magia. Aunque  no era una maga sobresaliente tenía un don muy útil. Desde pequeñita le había gustado trastear con todo tipo de objetos, y descubrió que hay sustancias que permiten a los magos potenciar su poder. Investigó más seriamente su hallazgo e inventó un nuevo complemento vital para todo buen hechicero; la varita o cayado. Con solo un vistazo, Diana era capaz de ver el tipo de magia que utilizaba una persona, y usando ese conocimiento, mezclaba materiales y fabricaba bastones o varitas personalizados. Siempre tenía las manos pegajosas de las resinas y pegamentos que usaba en su trabajo y disfrutaba quitándose los trozos de pegajo de los dedos. Dependiendo del tipo de madera o de las piedras preciosas que se incrustasen e incluso de los adornos que poseyera la varita, un simple mago podía ver duplicado su poder. Esa habilidad fue lo que hizo que pronto se incorporara como miembro del Consejo de los 18, y ahora era indispensable pues sus "armas" eran muy valiosas.
Aarón entró en el pequeño taller de la muchacha y encontró a Teilla sentada en un butacón. Diana y Teilla eran inseparables pues pertenecían a la misma familia. Aunque muy diferentes en el carácter, ambas se llevaban estupendamente y se complementaban a la perfección. A veces las dos juntas se colaban de graciosas sacando de quicio a sus maestros del Bastión, pero lo compensaban con su simpatía. 

-          ¡Hola Aarón! – saludó Teilla desde su asiento, regalando una sonrisa al recién llegado-.
-          ¡Hombre! ¡Qué raro que estés tú aquí con Diana! – se mofó Aarón que sabía que era difícil tener separadas a las dos primas-.
-          Ven siéntate aquí- ordenó Teilla señalando un asiento cercano al suyo- Vine hace un rato a que Diana me arreglara mi bastón, se le cayó una esmeralda los otros días mientras hacía unos hechizos de entrenamiento ¿Has venido a avisarnos para la asamblea?
-          ¡Ah! ¿Pero ya sabéis que hay una asamblea? ¿cómo os habéis enterado?
-          ¡Vamos! Pero parece mentira que no sepas que estás hablando con las más churreteras del Bastión, creo que lo sabíamos antes que tú y todo – dijo Teilla riendo y guiñando un ojo a su compañero-.  

Diana terminó de arreglar el bastón de su prima, se acercó y se lo dio.
-          Toma, y no hagas más locuras que estoy harta de arreglarte tu vara- le dijo con tono de regañina a Teilla y se sentó en una de las sillas próximas a Centella-. Entonces tenemos que ir a la gran asamblea ¿verdad?
-          Así es – confirmó Aarón mientras masajeaba uno de sus pies. El muchacho miró a Teilla fijamente y le hizo una pregunta que llevaba tiempo dándole vueltas en la cabeza- Teilla ¿has tenido últimamente alguna visión? 

Una sombra pareció ocultar el sol y la habitación en la que estaban los tres compañeros se tornó más oscura. Los ojos de Diana y Centella se posaron en la muchacha, ansiosos y expectantes.  Teilla venía de las islas del otro lado del Mar Insondable. Sus rasgos eran exóticos y bellos. Lucía una piel aterciopelada de color caramelo. Sus ojos eran profundos, grandes y luminosos. Desprendía un haz mágico difícil de descifrar. Era una chica decidida y con confianza en sí misma. Su don para la adivinación, le venía de nacimiento. Desde pequeña le atormentaban sueños extraños. Al principio todos pensaban que eran eso, simplemente sueños, pero muchos comenzaron a tenerle miedo cuando las cosas que veía en ellos se hacían realidad. Sus padres la llevaron al Bastión pensando que su hija tenía algún tipo de problema pero, los magos que la examinaron, les explicaron que en realidad su hija poseía un don poco común; ver el futuro. Ese poder le abrió las puertas del Bastión y allí se entrenó para controlarlo y descifrar las señales y visiones que percibía en sueños. Ahora se esperaba de ella que pudiera dar alguna señal que los guiara en su guerra contra Górmul. El rostro risueño y despierto de Teilla se transformó en una máscara de preocupación. 


-          He visto algo, pero no puedo ni debo deciros nada – dijo Teilla con tono sombrío-. En la asamblea revelaré todo.
Aarón respetó la postura de su compañera y decidió no insistir más en el tema pero entonces se le ocurrió otra pregunta interesante.
-          Entonces dime una cosa - dijo Aarón volviendo a la carga- Cuando Jálibú estuvo aquí ¿no sentiste nada extraño? No sé, alguna cosa anormal…
-          Sí, sentí que dejé de presentir –contestó enigmática-
-          ¡Va, no te andes con misterios! ¿Qué quiere decir que dejaste de presentir? –intervino ahora Diana-.
-          Pues eso, inexplicablemente, durante el tiempo que Jálibu estuvo en el Bastión, no tuve ningún sueño ni visión. De hecho fui a hablar con el maestro Bruce  sobre ello y me dijo que no me preocupara. Cuando Jálibu abandonó el Bastión las visiones volvieron a atormentarme, más fuertes y más extrañas que nunca.

La habitación quedó un rato en silencio, los tres muchachos permanecían pensativos e inmersos en sus preocupaciones. Fue Diana la que rompió el mutismo y preguntó con voz tomada:
-          ¿Creéis que estamos preparados para lo que está por venir? Es decir, todo este jaleo con Górmul y los muertos que se levantan en Dámbil.
-          Yo…bueno, yo me he estado preparando –dijo Aarón-.
-          ¿Preparando? – interrogó Teilla muy intrigada-.
-          Pedí consejo a la seño Victoria, tenía miedo, me obsesioné con encontrar alguna arma capaz de defendernos del mal que se extiende por Dámbil  y ¿sabéis lo que me dijo? – el muchacho quedó callado aportando un poco de misterio al asunto-
-          ¡Dí! No te hagas el interesante – dijo  Diana con cierta irritación-.
-          Me dijo –continuó Aarón- que no hay espada que se pueda igualar a la fuerza de la hoja más poderosa de todo Dámbil…la hoja que se esconde entre los tomos de un libro.
-          ¿Qué quiere decir eso? – preguntó Diana-.
-          Simplificando, me aconsejó que leyera. Me contó que los problemas de ahora, son los problemas que han existido siempre a lo largo de la historia, lo único que cambian son los protagonistas. “Los libros no dan respuestas directas, esconden sus mensajes en nuestra mente para que nuestro corazón los encuentre cuando sea necesario” – entonó Aarón imitando el tono solemne de la seño Victoria-.
-          ¿Y qué hiciste? –preguntó Teilla-.
-          Leer –contestó Aarón-
-          Pero ¿encontraste algo?
-          No lo sé, mi corazón me dirá –dijo el muchacho sonriendo haciendo alusión a las palabras que había dicho antes-
-          ¡¡Pufff!! ¡No hay quien pueda contigo cuando te pones “pesaillo”! – dijo exasperada Diana-.

En ese preciso instante, el repicar de unas campanas interrumpió a los tres jóvenes. Era la hora, el sol se escondía y la gran asamblea iba a comenzar.

FIN DE LA PARTE DOS

7 comentarios:

  1. Maestro esta muy bonita por la mama teiya

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  2. Maestro esta encantadora Diana

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  3. me a gustado mucho rafi

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  4. esta muy chula pero siempre nos dejas con la entrega Teiya,Diana,Rafi,Yumi

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  5. maestro tienes una y maginación que flipas

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  6. me encantan tu historias maestro de verdad espero que nunca acaben :)

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