El Consejo de
los 18 era el órgano encargado de
mantener la paz en Dámbil. Durante siglos los miembros
eran escogidos entre los
habitantes del mundo mágico para que, desde muy jóvenes, fueran a vivir al
Bastión Elemental a cultivar sus poderes y talentos. En la mayoría de las
ocasiones, los muchachos eran llamados por alguna cualidad destacable en su
dominio de la magia, en otras porque se intuía algún talento único, y muy extrañamente, debido a la influencia de
alguna profecía. Precisamente por su temprana edad, los 18 recibían una
formación muy estricta para desarrollar todo su potencial mágico e intelectual.
Muchos de sus maestros habían sido miembros del Consejo de los 18
anteriormente, pero llegada a cierta edad se les daba a elegir entre quedarse
en el Bastión para aportar su sabiduría a los más jóvenes o podían entregar su
magia para mantener el equilibrio de la fortaleza.
El lugar más
importante de toda la ciudadela era la Pirámide Elemental, un edificio colosal
situado en la zona más alta de la
fortaleza. Era allí, justo en su interior donde fluía toda la magia que
permitía a la ciudad mantenerse flotando a varios cientos de metros sobre la
superficie de Dámbil. También era el lugar donde se reunían todos los
habitantes del Bastión cuando era necesario tratar temas importantes. Los
últimos acontecimientos habían provocado una crisis tremenda que requería el
consenso de todos los habitantes de la Ciudadela para traer de nuevo la paz.
Iluminado, o
Lumi como le decían todos, estaba
sentado en la segunda fila al lado de su compañera Elisea. Desde su lugar
observaba con atención las intervenciones de sus compañeros que intentaban
aportar soluciones al tremendo problema que había degenerado en una gran guerra
que amenazaba todo el mundo mágico. Alto
y espigado, el joven prestaba oídos a todas las opiniones. Lumi se
preguntó que podría aportar él en un conflicto tan grave, de hecho muchas veces
se había preguntado si era merecedor de
estar entre los 18. Siendo muy pequeño
mostró serias dificultades para leer los pergaminos más sencillos y pasó mucho
tiempo acomplejado por esta razón. Dado que su evolución era muy lenta, la
madre de Lumi recurrió a un sabio para
que ayudara a su hijo a progresar. Durante varios días el pequeño Lumi acudió a
la casa del sabio, pero en vez de leer aquel anciano le pidió que intentara
copiar lo que veía. La sorpresa fue mayúscula cuando al comprobar las copias,
el sabio descubrió que aquel muchacho era capaz de ver hechizos escondidos
entre las palabras. Aquella era la razón por la que Lumi no era capaz de leer
de forma adecuada, los sortilegios que surgían entre las palabras y oraciones dificultaba
enormemente la lectura. Pero aquel
“impedimento” resultó ser un don de increíble valor que le abrió las puertas
del Bastión. Desde entonces se formaba para estar a la altura de los peores
conflictos y parecía que ese momento había llegado.
Al Bastión habían llegado unas noticias terribles,
los mensajeros hablaban de que un caudillo orco llamado Górmul había matado al rey Rog y había levantado a todo el clan en contra los humanos. Desde numerosos lugares,
inflamados por las promesas de tierras y riquezas llegaban orcos de todas
partes para engrosar el ejército de Muchamuesca
para conquistar lo que les pertenecía por ley. Allí sentados, todos los
habitantes de la ciudadela escuchaban y debatían soluciones para el conflicto.
-
Gracias a
la confusión provocada por la muerte del Rey Rog, uno de sus consejeros
consiguió escapar y traernos las terribles noticias que compartimos hoy aquí
–dijo Luis Gabriel, líder de los 18 alzando la voz para que todos lo
escucharan-. Creo que es necesario que todos escuchemos lo que nos tiene que contar
antes de tomar ninguna decisión.
De entre los
asistentes, un orco engalanado con vestiduras ceremoniales, se alzó para
hablar. Era el mismo chamán que había examinado las hojas del tratado para comprobar su
autenticidad en la corte del Rey Rog. Nada más contemplar la muerte de su amado
Rey, huyó de su fortaleza dispuesto a encontrar respuestas en el Bastión.
-
Habitantes de la ciudadela y defensores de
Dámbil – dijo el orco con voz firme y ceremoniosa- No hace ni tres días, asistí
perplejo a la muerte de mi querido Rey; Rog Muchamuesca – muchos de los
asistentes exclamaron perplejos ante la derrota de tan formidable guerrero-. Un
forastero orco llamado Górmul llegó a nuestras tierras con varias páginas del
tratado de paz que puso fin a la Gran guerra entre orcos y humanos, estás
páginas – dijo el chamán sacando de unas alforjas de su cintura un rollo de
cuero que contenía varias hojas de pergamino-. En estas páginas dice claramente
que los orcos teníamos derecho a tierras que fueron entregadas a los duendes y
a los elfos. Estas páginas, cuya autenticidad yo mismo he comprobado, dicen la
verdad por tanto los orcos, durante generaciones hemos sido engañados y
traicionados por los humanos.
En la sala se
alzaron gritos de rabia contenida y una fuerte discusión se desató colmando los oídos de los asistentes. Algunos
comenzaban a pedir calma cuando Agda, la guardiana de las reliquias, se situó
junto al chamán y pidió el turno de palabra, en sus manos llevaba un enorme
cuaderno con tapas de cuero endurecido y lujosos bordados.
-
Tal vez yo pueda explicaros eso amigo orco- dijo
Agda poniendo una mano sobre el hombro del chamán-. Hace unos días un invitado
de honor en el que habíamos depositado nuestra confianza entró en uno de
nuestros lugares más sagrados y arrancó tres hojas de este cuaderno – apuntó Agda acariciando el
gran tomo-. Aquel muchacho de ojos azules era Jálibu y me temo que fue el mismo
que se presentó en vuestro clan y mató a vuestro rey.
-
¡Pero eso es imposible!– gritó Elisea desde su
asiento- Jálibu es un humano ¿cómo pudo tomar la apariencia de un orco?
-
Mi querida Elisea- contestó Agda con una sonrisa
condescendiente- no es la primera vez que leo acerca de conjuros que permiten
cambiar el aspecto a voluntad. Pero es necesario que os advierta- ahora la voz
de Agda estaba cargada de preocupación- que tales hechizos eran realizados por
seres de enorme poder, un encantamiento de este tipo no está al alcance de
cualquiera – Elisea se sentó intentando asimilar esas palabras, ella misma
había sentido aquella magia extraña ante la presencia de Jálibu, todo parecía
tener sentido-.
En cuanto al tratado –continuó Agda dirigiéndose al chamán- sería adecuado que me devolvierais
esas tres páginas y leyerais el documento completo.
El chamán tomó en sus manos el tratado
con las páginas ordenadas y permaneció largos instantes leyendo cuidadosamente
cada palabra con el silencio cómplice de todos los asistentes. De repente el
orco se llevó la mano a la boca tratando de contener un grito. Leía una carta
de su Rey ancestral, Calaverón, que decía lo siguiente:
“La guerra que
nos ha enfrentado a orcos y humanos durante tantos años ha sido la página más
negra de la historia de Dámbil. En esta contienda los dos bandos hemos pagado con sangre y terribles pérdidas
nuestros errores pero el paso de nuestros ejércitos también ha dañado
enormemente a nuestros hermanos elfos y duendes que nada tuvieron que ver con
nuestra disputa. Por eso, con esta carta, propongo al rey Brazofort, que las
tierras que acordamos repartirnos en nuestras primeras reuniones sean
entregadas a los duendes y a los elfos para reparar el daño que les hemos
infringido con nuestra locura……”
El chamán dejo de leer y posó su mirada en Agda, que
sonreía con ternura.
-
Como tú mismo puedes comprobar, fue vuestro
antiguo Rey Calaverón, el que mandó una carta al rey de los humanos para
repartir de nuevo esas tierras con mayor justicia –dijo la mujer con
satisfacción y añadió- A veces es fácil tomar una pequeña parte de la historia
y utilizarla con fines oscuros y más fácil aún es engañar a los necios que no
se molestan en conocer su historia, pues están destinados a ser engañados y a
repetir los errores de sus ancestros.
Aclarado todo,
al chamán le fallaron las piernas y se postró de rodillas mientras lloraba,
lágrimas amargas que daban rienda suelta al sentimiento de impotencia y a la injusticia de ver como su clan había
sido engañado para convertirse en la herramienta de destrucción de un ser
despreciable.
-
Los orcos no tienen culpa de este engaño –dijo
Luis Gabriel desde su posición de líder- Górmul es el responsable de toda esta
mentira, debemos derrotarlo, con él fuera de combate lograremos convencer a los orcos de su error
y devolver la paz a Dámbil.
La idea fue
acogida con aplausos entre los asistentes que veían una forma fácil y sencilla
de descabezar la rebelión de los orcos derrotando a su líder. El chamán, más
repuesto de su tristeza, pidió el turno de palabra.
-
No seáis estúpidos, mi rey, El gran Rog, el
luchador que jamás había perdido un combate cayó ante Górmul en apenas unos
segundos. Su ataque ni tan siquiera arañó la armadura de su oponente. Puedo
afirmar con total seguridad que no hay arma capaz de dañar a Górmul.
Las
palabras del orco cayeron como una losa sobre el recién despertado ánimo de la
sala. Todos recordaban al Rey Rog, y si era cierto que Górmul lo había vencido
en unos segundos con una facilidad insultante, ni en el Bastión ni en todo Dámbil existía rival para tal poder.
Uno
de los miembros del Consejo de los 18, Titón de los Flaimer, el más anciano de
todos, se levantó y pidió la palabra.
-
Yo conozco un arma capaz de vencer a Górmul. Una
reliquia poderosa que está en nuestras manos forjar y usar para poner fin a
toda esta locura: La Rosa Dorada.
El anciano
volvió a sentarse con semblante serio esperando que los demás se pronunciasen.
De avanzada edad Titón tenía la cabeza afeitada y lucía unas extrañas marcas en
su rostro en forma de tatuajes o antiguas runas, se decía que aquellas marcas
lucían con un extraño fragor rojo cuando el anciano se enfadaba. El misterio de dichos surcos competía con el de su resistencia a abandonar el
Consejo a pesar de su edad, hacía años que debería haber dejado su puesto a
alguien más joven.
La Rosa Dorada
era una espada mágica que encerraba el poder de los cuatro elementos. Su
fabricación requería la participación de todos los miembros del Consejo que
deberían transferir parte de su poder durante el proceso de forja. El conjuro
que encerraba la espada era capaz de competir contra cualquier tipo de
protección mágica y esperaban que les ayudara a quebrar las defensas de Górmul.
-
Para forjar la Rosa necesitaremos varios días-
observó Luis Gabriel- y además necesitamos hacer una votación para decidir
finalmente cuál será nuestra forma de proceder.
-
¿Qué opciones tenemos? – preguntó Pepi
interviniendo en el debate-.
-
Tenemos dos opciones – contestó Luis Gabriel- .
Podemos hacer un llamamiento a las armas y
convocar al ejército para hacer frente a Górmul y su horda de orcos. O
también podemos forjar la Rosa Dorada e intentar acabar con Górmul sin derramar
sangre inocente.
-
Entonces votemos – exigió Pepi- no tenemos
tiempo que perder.
El Consejo de
los 18 era el único con capacidad para tomar la decisión así que entre murmuraciones y cuchicheos de última
hora, uno a uno fue emitiendo su voto en voz alta. A pesar de que la opción de
derrotar a Górmul con la Rosa Dorada parecía ser la más ventajosa para todo
Dámbil, pues se podrían evitar batallas
masivas en las que seguro morirían miles de guerreros de ambos bandos, la
opción que ganaba era la de reunir al ejército. El miedo a enfrentarse a
Górmul había calado profundamente en el
ánimo de los miembros del Consejo. Al final de la votación la opción de reunir
al ejército ganaba con 9 votos frente a los 8 votos que había recibido la
alternativa de forjar la Rosa Dorada. El último voto correspondía a Luis
Gabriel, que como líder tenía la posibilidad de decantar la votación de un lado
a otro pues su voto valía doble según las leyes del Bastión.
-
Por el bien de nuestros hermanos – comenzó Luis
Gabriel con convicción- debo dar mi voto a la forja de la espada. Si está en nuestra mano evitar la muerte de miles,
debemos de elegirla aunque eso suponga el sacrificio de uno de los nuestros. Al
igual que vosotros tengo miedo al poder de Górmul, pero más miedo me produce
pensar en las víctimas de una gran guerra ¡Forjaremos la espada!
Todos aplaudieron las palabras de
su líder con entusiasmo contenido.
La Rosa Dorada
se forjó en pocos días. La espada, realizada con esmero y maestría por los
herreros del Bastión, resplandecía con
el poder latente de los elementos y allí permaneció sin que nadie se decidiera
a empuñarla. La duda y el miedo habían encogido el corazón de los miembros del
Consejo. El ejército de Górmul marchaba y conquistaba las tierras con una
violencia atroz pero en la ciudadela la valentía había desaparecido tras las
buenas intenciones de la Rosa Dorada… hasta aquella noche. Aprovechando la
oscuridad, un encapuchado cubierto por una gruesa capa, ciñó al cinto la espada
mágica y desapareció por uno de los portales. En su rostro resplandecían con
color rojizo unas extrañas marcas.
Sigo enganchada. Besos.
ResponderEliminarUuuhhhh madre! Qué interesante!
ResponderEliminarMama mia
ResponderEliminar