jueves, 3 de mayo de 2018

CAP 28: La musgoseta


Yumara y Cande caminaban decididas hacia la herrería. Las dos llevaban toda la mañana adiestrando a los aldeanos que se habían presentado voluntarios para defender el Bastión. En su regazo portaban  varias espadas en mal estado. Melladas y embotadas por la falta de uso, se dirigían a la herrería del Bastión para que las afilaran y arreglaran. 

 
- ¿Crees que sabrán comportarse cuando comience la batalla? –preguntó Yumara con la voz tomada.
Cande miró a su compañera y encogió los hombros como solía hacer ella cuando no sabía que contestar.
- Yo que sé – contestó Cande-. Nosotras debemos enseñarles lo mejor posible pero nadie sabe qué pasará cuando empiece el asalto, yo…yo tengo miedo- dijo  avergonzada Cande-.
- Yo también, para qué te voy a mentir – dijo Yumi solidarizándose con su compañera, y por alguna razón Cande sonrió, saber que ella no era la única que tenía miedo la hizo sentirse comprendida. 

Llegaron a la Herrería, un edificio de una sola planta construido en ladrillo y que estaba rodeado por panoplias y armeros donde pendían multitud de armas y armaduras. Al entrar, Cande y Yumara acusaron una bofetada de calor procedente de las fraguas que rugían furiosas gracias al aliento de los fuelles. Las dos muchachas soltaron todas las espadas encima de unas robustas mesas de madera. 
 - ¿Hay alguien? – gritó Yumara con tanta fuerza que Cande pensó que otro grito así podría apagar las fraguas.
- Parece que los herreros se han ido –dijo Cande mirando a los lados-. Da igual, dejemos aquí las espadas, ellos ya sabrán qué hacer. 

Saliendo de la herrería les llamó la atención una muchacha sentada en una mesa no muy lejos de allí. Se acercaron un poco y reconocieron a Rafi, la sanadora del Bastión. Estaba sentada en una mesa al aire libre y jugueteaba con unas flechas. Yumi le dio un codazo a Cande y le hizo un gesto para animarla a acercarse y las dos fueron a saludar a Rafi. 
 
- ¿Qué haces? –esta vez Yumi no quería gritar pero su voz siembre sonaba más alto de lo normal. La pobre Rafi que estaba absorta contemplando la punta de la flecha dio un respingo del susto.
- ¡Qué susto! –dijo Rafi molesta-. No hace falta que vayas pegando esos gritos, por poco y me clavo esta flecha de la impresión –añadió la sanadora de Bastión mostrando la flecha con la que jugueteaba un instante antes.
- ¿Qué haces?- volvió a preguntar Yumara esta vez susurrando.
- Practico un hechizo para defender el Bastión –explicó Rafi-.
- ¡Uy, qué interesante! –exclamó Yumara- Ven Cande, siéntate que Rafi nos va a enseñar su hechizo.
 Rafi suspiró profundamente, pensó en mandar a paseo a Yumi pero sabía que si lo hacía se enfadaría con ella así que era mejor armarse de paciencia y tratar de explicarle su hechizo.
- Está bien, pero os lo explico y os vais que necesito concentrarme –concedió Rafi con un poco de desgana. Se trata de un hechizo para las flechas, puedo usar mi poder Flaimer para imbuirlas de fuego y que exploten al impactar.
- ¿Imbu…qué? –preguntó Yumi extrañada y Cande afirmó con la cabeza compartiendo la misma duda.
- Imbuir – pronunció Rafi correctamente-. Consiste en rodear la punta de la flecha con fuego mágico.
- Pero para eso no hace falta ningún hechizo –dijo Cande interviniendo en la conversación-. Podemos rociarlas de aceite y luego arrimarlas a una antorcha, de ese modo arderá la punta.
- Exacto, pero eso no es tan efectivo como mi fuego mágico. Las flechas afectadas por mi hechizo explotan al impactar por lo que la explosión afectará a los enemigos de alrededor. Recordad lo que dijo el viejo Titón, el fuego es muy efectivo para detener a los muertos.
- ¡Wau! Tiene que ser espectacular ¿Por qué no nos haces una demostración? – preguntó Yumara entusiasmada.
- Porque no consigo hacer el hechizo –dijo Rafi desanimada-. Mira lo que pasa.

La joven sanadora se levantó, estiró su mano izquierda con la palma abierta como si estuviera pidiendo limosna. Rafi cerró los ojos y conjuró su poder elemental, un hormigueo en la nuca le indicó que la magia fluía a través de ella y en su mano se formó una bola de fuego que flotaba y giraba de forma hipnótica. Manteniendo la mano extendida y concentrando su poder, se agachó y recogió del suelo una flecha. Al acercar la flecha a la bola de fuego, un destello hizo que el proyectil se prendiera.
- Ahora viene lo más difícil –dijo Rafi sumamente concentrada-.
 Trató de separar la mano de la bola de fuego para que esta flotara en el aire por sí sola. Rafi necesitaba liberar su mano para poder coger el arco y disparar la flecha, pero cuando separó su mano, el fuego desapareció y la flecha se apagó.
- ¿Veis? Necesito las dos manos para disparar la flecha y cuando dejo mi hechizo para que flote se apaga todo. Es imposible, no puedo hacer el hechizo y disparar con el arco al mismo tiempo –explicó Rafi con frustración-. Y así llevo toda la mañana tratando de disparar una maldita de flecha de fuego.
- La idea es muy buena –dijo Yumi reflexionando-. Pero tengo una duda ¿cómo es posible que  solo se prenda la punta de  la flecha? Es decir, lo normal sería que toda la madera se quemara y que la flecha quedara hecha cenizas antes de ponerla en el arco.
- Bueno eso tiene su explicación. El hechizo está diseñado para que solo prenda la parte metálica de la flecha, es decir, la punta. Con el calor mágico, el hierro se vuelve inestable y eso hace que explote al impactar.
- ¡Es tremendamente ingenioso! ¡Qué penica que no funcione! – exclamó Yumara.
- Pero ese problema tiene una solución muy fácil – intervino Cande-.
- ¿Cómo? – preguntó asombrada Rafi al ver la seguridad con la que hablaba Cande.
- Vuelve a hacer el hechizo –ordenó Cande mientras se levantaba- y esta vez preocúpate solo de eso y nada más. 

Rafi obedeció intrigada, volvió a concentrar su poder elemental y pronto en la palma de su mano bailaba el fuego mágico. Por su parte, Cande se acercó al arco, cogió la flecha, apuntó a un barril de roble que había a unos veinte pasos y disparó. La flecha voló firme en el aire y cuando pasó cerca de Rafi, un destello de fuego surgió de su mano prendiendo la punta del proyectil. La sanadora contempló asombrada como la flecha impregnada de fuego volaba directa al barril y ¡¡bumm!! Una explosión tremenda convirtió en cenizas el objetivo. Yumara que no se esperaba el resultado se cayó de culo al suelo.
- ¡Por los niños! –exclamó asombrada.

                Rafi entendió enseguida lo que le quería decir Cande, que ella no fuera capaz de disparar no quería decir que los demás no pudieran aprovechar la fuerza de su hechizo.
- ¡Es estupendo! – afirmó Rafi que miraba con un renovado respeto a su compañera Cande.
- Además, piensa que cuando estés en las murallas tendrás cientos de arqueros que podrán aprovechar tu poder – añadió Yumi que comprobó que la sanadora estaba tremendamente sorprendida por el potencial que habían descubierto para su hechizo, sería espectacular ver como cientos de flechas explotaban encima de las hordas de muertos.
- Pero hay un problema –dijo Cande rompiendo la euforia del momento-.
-¿Cuál? No hay nada que pueda salir mal – discrepó la sanadora.
- Ahora has prendido una sola flecha, pero cuando uses este hechizo en las murallas tendrás que gastar una magia tremenda para encender los cientos de proyectiles que lancemos sobre el enemigo –Rafi volvió a quedarse asombrada, Cande tenía razón, a más flechas, más magia y eso significaba que si no hacía las cosas bien podría morir de agotamiento.
- Es verdad, debo de controlar mejor este hechizo, si gasto mi magia en las murallas podría morir por la fatiga – Cande y Yumara asintieron en señal de entendimiento.
                Interrumpiendo la conversación de las tres compañeras, apareció una mujer vestida con la túnica de los sanadores del Bastión.
-          ¡Aquí estás Rafi! ¡Por fin te encuentro!– exclamó con la voz un poco fatigada, se notaba que llevaba un rato andando de un lado a otro buscándola.
-          Buenos días maestra Lola –saludó Rafi con alegría y Cande y Yumi se sumaron a los saludos. 
La maestra Lola era la instructora de los sanadores del Bastión. Era experta en curación, conocía todos los remedios posibles para cualquier mal, diseñaba pociones y ungüentos y sabía magias y bendiciones que ayudaban a sanar el cuerpo y la mente. Cande, que adoraba las plantas y  los árboles, siempre había admirado a su maestra Lola, para ella era como un hermoso cerezo pues la seño Lola tenía la misma belleza onírica que tienen los cerezos cuando florecen y se rodean de un aura rosada. También era fuerte y firme, su maestra le inspiraba una fuerza extraña de describir, Cande solo sabía compararla con el tronco que permanece impasible después de haber sufrido terribles tormentas, los vientos podrían quebrar sus ramas, llevarse sus hojas y despojarla de sus frutos, pero la primavera volvía y con ella florecía una vez más mostrando todo su esplendor. A pesar de su aparente fragilidad, Cande sabía que tras su maestra se escondía el espíritu de un poderoso cerezo, quizás por eso la quería tanto y adoraba pasar tiempo con ella.
- Te estaba buscando Rafi porque voy a salir a buscar plantas medicinales, apenas tenemos “musgoseta” en las despensas ¿Quieres acompañarme? – preguntó la maestra Lola.
- ¿Es muy importante? –preguntó Rafi un poco apenada.
-¿Qué te pasa? ¿No quieres venir? – se interesó Lola al percibir la desgana de su alumna pero  su voz sonó dulce y solícita.
- Maestra es que está entrenando para hacer un hechizo para defender el Bastión –contestó Yumara interviniendo en la conversación y Rafi la miró de reojo mientras pensaba “En to se mete”.
- Me gustaría seguir entrenando, creo que este hechizo puede ser muy valioso y….- Rafi no terminó la frase cuando Yumi volvió a interrumpir.
- Y nosotras dos podemos ir contigo, seño Lola –dijo Yumara alegremente y Cande se unió a su petición-.
- Anda seño Lola, nosotras ya hemos terminado nuestro trabajo y queremos ir a ayudarte ¡Porfa, porfa! – insistió Cande.
La maestra Lola miró a las dos y sonrió, sabía que no aceptarían un “no” como respuesta así que dio la batalla por perdida.
- Está bien, podéis acompañarme – Yumi y Cande se abrazaron de felicidad ante la perspectiva de salir del Bastión y hacer una excursión con la seño Lola- Y a ti Rafi, te deseo mucha suerte con tu hechizo –la sanadora se acercó y besó a su alumna que agradeció la comprensión de su maestra- ¡Venga vayamos a los establos, iremos a caballo!

No tardaron mucho en llegar a los establos del Bastión que se encontraban a unos pasos de las herrerías donde habían dejado las espadas y a Rafi. El edificio era un precioso recinto de piedra encalada con multitud de cuadras donde descansaban los caballos. Aquellos animales eran una de las creaciones más preciosas de los dioses; nobles y serviciales, habían sido compañeros de los humanos desde principios de la historia del mundo mágico. Por desgracia, su uso como animal para la guerra había provocado que los caballos fueran raros de ver y en el Bastión solo quedaban una docena que eran cuidados con todos los mimos y honores. Cande se dispuso a preparar las monturas mientras que la maestra Lola y Yumara sacaban a los animales para que bebieran agua antes de partir. Ya en el abrevadero, la maestra se sentó y contempló a los equinos saciarse, era un espectáculo bello, los animales tragaban con fuerza haciendo un ruido muy curioso, además jugueteaban con el agua dando cabezadas para salpicarse y refrescarse.
- ¿Qué vamos a ir a buscar maestra Lola? – preguntó Yumara.
- Necesitamos una hierba especial que se llama “musgoseta”- aclaró Lola y Yumi quedó conforme con la respuesta pero siguió pensativa.
- Vosotras, las sanadoras sois como guerreras ¿verdad? Es decir, Rafi y tu lucháis contra la enfermedad y las heridas, ellas son vuestros enemigos lo único que en vez de usar espadas usáis hierbas y pociones para vencerlas – dijo Yumara como resultado de sus reflexiones-.
- Bueno, es una manera de verlo, pero no es exactamente así. Nosotras no luchamos contra la enfermedad querida Yumi, la enfermedad no es un enemigo –dijo Lola que miraba seriamente a la joven-.
- Pero la enfermedad es mala – afirmó muy segura Yumi y su maestra permaneció pensativa como si tratara de encontrar las palabras adecuadas para explicarle lo equivocada que estaba-.
- Mira Yumara – comenzó Lola-. Las enfermedades no son malas y yo no lucho contra ellas, enseñó a los demás a convivir con ellas.
- Pero ¿cómo no van a ser malas? Yo no conozco a nadie que le guste estar enfermo incluso te puedes morir – esta vez Yumara gritaba más de lo deseable  y uno de los caballos relinchó quejándose del jaleo-.
- Las enfermedades tienen su función en la vida. Es cierto que cuando las padecemos nos sentimos mal y tenemos miedo pero eso es normal. Cuando enfermamos, nos sentimos vulnerables y desvalidos, entonces aparece la familia y los sanadores dispuestos a ayudarnos. Gracias a que existe la enfermedad, también aparecen las personas que nos quieren y se preocupan dispuestas a ayudarnos. Eso es bueno, despierta  el instinto protector de buena gente, se preocupan y nos recompensan con uno de los mejores bálsamos de la naturaleza: el cariño –Yumara miraba fijamente a Lola, empezaba a entender el razonamiento de la maestra-.   Por otro lado la enfermedad es un consejero sabio…
-¿Un consejero sabio? Eso sí que no lo entiendo –interrumpió Yumara.
- Bueno las enfermedades no aparecen siempre así como así, a veces es un mensaje de nuestro propio cuerpo, de nuestro espíritu que nos avisa de que algo no estamos haciendo bien en nuestra vida. A veces, la enfermedad se encarga de gritarnos que estamos actuando en contra de nuestras propias verdades
- Ahí sí que me he perdido del todo –dijo Yumara y la maestra Lola rio con ternura haciéndose cargo de que su explicación era algo complicada.
- ¿Te gusta cantar? – preguntó Lola de repente a Yumi.
- Mucho – contestó Yumi con seguridad.
- ¿Qué pasaría si te prohibieran cantar? Imagina que tuvieras una maldición que te impidiera cantar el resto de tu vida ¿Cómo te sentirías? – preguntó la maestra.
- Me muero –contestó Yumara pero enfatizó su respuesta con gestos y expresiones muy cómicos.
- Pues ahí lo tienes- continuó Lola-. Cantar es la forma que tiene tu alma de expresarse, si te impiden hacer eso, tu cuerpo se revela, te sientes mal, te desanimas y eso muchas veces deriva en enfermedades imposibles de curar. No vayas nunca en contra de tus propias verdades, querida Yumara-.
- No, si ahora me va a dar pena cuando me cure un resfriado – dijo la muchacha y Lola volvió a reir-.
- Bueno, la próxima vez que enfermes, en vez de acordarte de lo malita que estás, piensa en toda la gente que acudirá a ayudarte y reflexiona a ver si estás actuando bien en tu vida. Además la enfermedad, el dolor, las lesiones; todas ellas son mensajeras a las que hay que escuchar, nos recuerdan que nuestro tiempo en el mundo tiene un límite y que no debemos malgastarlo pues algún día moriremos y solo quedará el eco de las cosas buenas que hicimos.
- ¡Qué penica! –añadió Yumara suspirando con exageración. 

El sol ya andaba alto indicando el mediodía cuando los caballos estaban preparados para partir. Cande, Yumi y la maestra Lola se encaminaron a las puertas del Bastión para ir en busca de la “musgoseta” sin saber que aquella inocente excursión se convertiría en una terrible aventura.  

4 comentarios:

  1. Sabes q no soy de creer en hechizos y estas cosas, por mi fe en Dios, pero analizo como conoces a tus alumnos y a tus compañeros y tengo q decir, que calidad humana tienes y que maravilla tener un.profesor como tú, espero q nuestros alumnos te valoren, aunque sé q ya lo hacen.Besos de colores para ese curso de 6 al q le he cogido mucho cariño

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  2. por los niños que esta chula mama miá que historia


    Yumara y Domi

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  3. Hey maestro sigue asi tus historias mejoran cada vez mas me encantan por los niños

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  4. Todas tus historias me fascinan eres el mejor Maestro que he tenido un abrazo,la proxima historia que hagas sera mejor que la anterior

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