Yumara y Cande
caminaban decididas hacia la herrería. Las dos llevaban toda la mañana
adiestrando a los aldeanos que se habían presentado voluntarios para defender
el Bastión. En su regazo portaban varias
espadas en mal estado. Melladas y embotadas por la falta de uso, se dirigían a
la herrería del Bastión para que las afilaran y arreglaran.
- ¿Crees que sabrán comportarse
cuando comience la batalla? –preguntó
Yumara con la voz tomada.
Cande miró a su compañera y
encogió los hombros como solía hacer ella cuando no sabía que contestar.
- Yo que sé – contestó Cande-.
Nosotras debemos enseñarles lo mejor posible pero nadie sabe qué pasará cuando
empiece el asalto, yo…yo tengo miedo- dijo
avergonzada Cande-.
- Yo también, para qué te voy a
mentir – dijo Yumi solidarizándose con su compañera, y por alguna razón Cande
sonrió, saber que ella no era la única que tenía miedo la hizo sentirse
comprendida.
Llegaron a la
Herrería, un edificio de una sola planta construido en ladrillo y que estaba
rodeado por panoplias y armeros donde pendían multitud de armas y armaduras. Al
entrar, Cande y Yumara acusaron una bofetada de calor procedente de las fraguas
que rugían furiosas gracias al aliento de los fuelles. Las dos muchachas
soltaron todas las espadas encima de unas robustas mesas de madera.
- ¿Hay alguien? – gritó Yumara
con tanta fuerza que Cande pensó que otro grito así podría apagar las fraguas.
- Parece que los herreros se han
ido –dijo Cande mirando a los lados-. Da igual, dejemos aquí las espadas, ellos
ya sabrán qué hacer.
Saliendo de la
herrería les llamó la atención una muchacha sentada en una mesa no muy lejos de
allí. Se acercaron un poco y reconocieron a Rafi, la sanadora del Bastión.
Estaba sentada en una mesa al aire libre y jugueteaba con unas flechas. Yumi le
dio un codazo a Cande y le hizo un gesto para animarla a acercarse y las dos
fueron a saludar a Rafi.
- ¿Qué haces? –esta vez Yumi no
quería gritar pero su voz siembre sonaba más alto de lo normal. La pobre Rafi
que estaba absorta contemplando la punta de la flecha dio un respingo del
susto.
- ¡Qué susto! –dijo Rafi
molesta-. No hace falta que vayas pegando esos gritos, por poco y me clavo esta
flecha de la impresión –añadió la sanadora de Bastión mostrando la flecha con
la que jugueteaba un instante antes.
- ¿Qué haces?- volvió a preguntar
Yumara esta vez susurrando.
- Practico un hechizo para
defender el Bastión –explicó Rafi-.
- ¡Uy, qué interesante! –exclamó Yumara-
Ven Cande, siéntate que Rafi nos va a enseñar su hechizo.
Rafi suspiró profundamente, pensó en mandar a
paseo a Yumi pero sabía que si lo hacía se enfadaría con ella así que era mejor
armarse de paciencia y tratar de explicarle su hechizo.
- Está bien, pero os lo explico y
os vais que necesito concentrarme –concedió Rafi con un poco de desgana. Se
trata de un hechizo para las flechas, puedo usar mi poder Flaimer para imbuirlas
de fuego y que exploten al impactar.
- ¿Imbu…qué? –preguntó Yumi
extrañada y Cande afirmó con la cabeza compartiendo la misma duda.
- Imbuir – pronunció Rafi
correctamente-. Consiste en rodear la punta de la flecha con fuego mágico.
- Pero para eso no hace falta ningún
hechizo –dijo Cande interviniendo en la conversación-. Podemos rociarlas de
aceite y luego arrimarlas a una antorcha, de ese modo arderá la punta.
- Exacto, pero eso no es tan
efectivo como mi fuego mágico. Las flechas afectadas por mi hechizo explotan al
impactar por lo que la explosión afectará a los enemigos de alrededor. Recordad
lo que dijo el viejo Titón, el fuego es muy efectivo para detener a los
muertos.
- ¡Wau! Tiene que ser
espectacular ¿Por qué no nos haces una demostración? – preguntó Yumara
entusiasmada.
- Porque no consigo hacer el
hechizo –dijo Rafi desanimada-. Mira lo que pasa.
La joven
sanadora se levantó, estiró su mano izquierda con la palma abierta como si
estuviera pidiendo limosna. Rafi cerró los ojos y conjuró su poder elemental,
un hormigueo en la nuca le indicó que la magia fluía a través de ella y en su
mano se formó una bola de fuego que flotaba y giraba de forma hipnótica.
Manteniendo la mano extendida y concentrando su poder, se agachó y recogió del
suelo una flecha. Al acercar la flecha a la bola de fuego, un destello hizo que
el proyectil se prendiera.
- Ahora viene lo más difícil –dijo
Rafi sumamente concentrada-.
Trató de separar la mano de la bola de fuego
para que esta flotara en el aire por sí sola. Rafi necesitaba liberar su mano
para poder coger el arco y disparar la flecha, pero cuando separó su mano, el
fuego desapareció y la flecha se apagó.
- ¿Veis? Necesito las dos manos
para disparar la flecha y cuando dejo mi hechizo para que flote se apaga todo.
Es imposible, no puedo hacer el hechizo y disparar con el arco al mismo tiempo –explicó
Rafi con frustración-. Y así llevo toda la mañana tratando de disparar una
maldita de flecha de fuego.
- La idea es muy buena –dijo Yumi
reflexionando-. Pero tengo una duda ¿cómo es posible que solo se prenda la punta de la flecha? Es decir, lo normal sería que toda
la madera se quemara y que la flecha quedara hecha cenizas antes de ponerla en
el arco.
- Bueno eso tiene su explicación.
El hechizo está diseñado para que solo prenda la parte metálica de la flecha,
es decir, la punta. Con el calor mágico, el hierro se vuelve inestable y eso
hace que explote al impactar.
- ¡Es tremendamente ingenioso! ¡Qué
penica que no funcione! – exclamó Yumara.
- Pero ese problema tiene una
solución muy fácil – intervino Cande-.
- ¿Cómo? – preguntó asombrada
Rafi al ver la seguridad con la que hablaba Cande.
- Vuelve a hacer el hechizo –ordenó
Cande mientras se levantaba- y esta vez preocúpate solo de eso y nada más.
Rafi obedeció
intrigada, volvió a concentrar su poder elemental y pronto en la palma de su
mano bailaba el fuego mágico. Por su parte, Cande se acercó al arco, cogió la
flecha, apuntó a un barril de roble que había a unos veinte pasos y disparó. La
flecha voló firme en el aire y cuando pasó cerca de Rafi, un destello de fuego
surgió de su mano prendiendo la punta del proyectil. La sanadora contempló asombrada
como la flecha impregnada de fuego volaba directa al barril y ¡¡bumm!! Una
explosión tremenda convirtió en cenizas el objetivo. Yumara que no se esperaba
el resultado se cayó de culo al suelo.
- ¡Por los niños! –exclamó
asombrada.
Rafi
entendió enseguida lo que le quería decir Cande, que ella no fuera capaz de
disparar no quería decir que los demás no pudieran aprovechar la fuerza de su
hechizo.
- ¡Es estupendo! – afirmó Rafi
que miraba con un renovado respeto a su compañera Cande.
- Además, piensa que cuando estés
en las murallas tendrás cientos de arqueros que podrán aprovechar tu poder –
añadió Yumi que comprobó que la sanadora estaba tremendamente sorprendida por
el potencial que habían descubierto para su hechizo, sería espectacular ver
como cientos de flechas explotaban encima de las hordas de muertos.
- Pero hay un problema –dijo Cande
rompiendo la euforia del momento-.
-¿Cuál? No hay nada que pueda
salir mal – discrepó la sanadora.
- Ahora has prendido una sola
flecha, pero cuando uses este hechizo en las murallas tendrás que gastar una
magia tremenda para encender los cientos de proyectiles que lancemos sobre el
enemigo –Rafi volvió a quedarse asombrada, Cande tenía razón, a más flechas,
más magia y eso significaba que si no hacía las cosas bien podría morir de
agotamiento.
- Es verdad, debo de controlar mejor
este hechizo, si gasto mi magia en las murallas podría morir por la fatiga –
Cande y Yumara asintieron en señal de entendimiento.
Interrumpiendo
la conversación de las tres compañeras, apareció una mujer vestida con la
túnica de los sanadores del Bastión.
-
¡Aquí estás Rafi! ¡Por fin te encuentro!–
exclamó con la voz un poco fatigada, se notaba que llevaba un rato andando de
un lado a otro buscándola.
-
Buenos días maestra Lola –saludó Rafi con
alegría y Cande y Yumi se sumaron a los saludos.
La maestra
Lola era la instructora de los sanadores del Bastión. Era experta en curación,
conocía todos los remedios posibles para cualquier mal, diseñaba pociones y ungüentos
y sabía magias y bendiciones que ayudaban a sanar el cuerpo y la mente. Cande,
que adoraba las plantas y los árboles,
siempre había admirado a su maestra Lola, para ella era como un hermoso cerezo
pues la seño Lola tenía la misma belleza onírica que tienen los cerezos cuando
florecen y se rodean de un aura rosada. También era fuerte y firme, su maestra le
inspiraba una fuerza extraña de describir, Cande solo sabía compararla con el tronco
que permanece impasible después de haber sufrido terribles tormentas, los
vientos podrían quebrar sus ramas, llevarse sus hojas y despojarla de sus
frutos, pero la primavera volvía y con ella florecía una vez más mostrando todo
su esplendor. A pesar de su aparente fragilidad, Cande sabía que tras su
maestra se escondía el espíritu de un poderoso cerezo, quizás por eso la quería
tanto y adoraba pasar tiempo con ella.
- Te estaba buscando Rafi porque
voy a salir a buscar plantas medicinales, apenas tenemos “musgoseta” en las
despensas ¿Quieres acompañarme? – preguntó la maestra Lola.
- ¿Es muy importante? –preguntó Rafi
un poco apenada.
-¿Qué te pasa? ¿No quieres venir?
– se interesó Lola al percibir la desgana de su alumna pero su voz sonó dulce y solícita.
- Maestra es que está entrenando
para hacer un hechizo para defender el Bastión –contestó Yumara interviniendo
en la conversación y Rafi la miró de reojo mientras pensaba “En to se mete”.
- Me gustaría seguir entrenando,
creo que este hechizo puede ser muy valioso y….- Rafi no terminó la frase
cuando Yumi volvió a interrumpir.
- Y nosotras dos podemos ir
contigo, seño Lola –dijo Yumara alegremente y Cande se unió a su petición-.
- Anda seño Lola, nosotras ya
hemos terminado nuestro trabajo y queremos ir a ayudarte ¡Porfa, porfa! –
insistió Cande.
La maestra
Lola miró a las dos y sonrió, sabía que no aceptarían un “no” como respuesta así
que dio la batalla por perdida.
- Está bien, podéis acompañarme –
Yumi y Cande se abrazaron de felicidad ante la perspectiva de salir del Bastión
y hacer una excursión con la seño Lola- Y a ti Rafi, te deseo mucha suerte con
tu hechizo –la sanadora se acercó y besó a su alumna que agradeció la
comprensión de su maestra- ¡Venga vayamos a los establos, iremos a caballo!
No tardaron
mucho en llegar a los establos del Bastión que se encontraban a unos pasos de
las herrerías donde habían dejado las espadas y a Rafi. El edificio era un
precioso recinto de piedra encalada con multitud de cuadras donde descansaban
los caballos. Aquellos animales eran una de las creaciones más preciosas de los
dioses; nobles y serviciales, habían sido compañeros de los humanos desde
principios de la historia del mundo mágico. Por desgracia, su uso como animal
para la guerra había provocado que los caballos fueran raros de ver y en el
Bastión solo quedaban una docena que eran cuidados con todos los mimos y
honores. Cande se dispuso a preparar las monturas mientras que la maestra Lola
y Yumara sacaban a los animales para que bebieran agua antes de partir. Ya en
el abrevadero, la maestra se sentó y contempló a los equinos saciarse, era un
espectáculo bello, los animales tragaban con fuerza haciendo un ruido muy
curioso, además jugueteaban con el agua dando cabezadas para salpicarse y
refrescarse.
- ¿Qué vamos a ir a buscar
maestra Lola? – preguntó Yumara.
- Necesitamos una hierba especial
que se llama “musgoseta”- aclaró Lola y Yumi quedó conforme con la respuesta
pero siguió pensativa.
- Vosotras, las sanadoras sois
como guerreras ¿verdad? Es decir, Rafi y tu lucháis contra la enfermedad y las
heridas, ellas son vuestros enemigos lo único que en vez de usar espadas usáis
hierbas y pociones para vencerlas – dijo Yumara como resultado de sus
reflexiones-.
- Bueno, es una manera de verlo,
pero no es exactamente así. Nosotras no luchamos contra la enfermedad querida
Yumi, la enfermedad no es un enemigo –dijo Lola que miraba seriamente a la
joven-.
- Pero la enfermedad es mala –
afirmó muy segura Yumi y su maestra permaneció pensativa como si tratara de
encontrar las palabras adecuadas para explicarle lo equivocada que estaba-.
- Mira Yumara – comenzó Lola-.
Las enfermedades no son malas y yo no lucho contra ellas, enseñó a los demás a
convivir con ellas.
- Pero ¿cómo no van a ser malas?
Yo no conozco a nadie que le guste estar enfermo incluso te puedes morir – esta
vez Yumara gritaba más de lo deseable y
uno de los caballos relinchó quejándose del jaleo-.
- Las enfermedades tienen su
función en la vida. Es cierto que cuando las padecemos nos sentimos mal y
tenemos miedo pero eso es normal. Cuando enfermamos, nos sentimos vulnerables y
desvalidos, entonces aparece la familia y los sanadores dispuestos a ayudarnos.
Gracias a que existe la enfermedad, también aparecen las personas que nos
quieren y se preocupan dispuestas a ayudarnos. Eso es bueno, despierta el instinto protector de buena gente, se
preocupan y nos recompensan con uno de los mejores bálsamos de la naturaleza:
el cariño –Yumara miraba fijamente a Lola, empezaba a entender el razonamiento
de la maestra-. Por otro lado la enfermedad es un consejero
sabio…
-¿Un consejero sabio? Eso sí que
no lo entiendo –interrumpió Yumara.
- Bueno las enfermedades no
aparecen siempre así como así, a veces es un mensaje de nuestro propio cuerpo,
de nuestro espíritu que nos avisa de que algo no estamos haciendo bien en
nuestra vida. A veces, la enfermedad se encarga de gritarnos que estamos
actuando en contra de nuestras propias verdades
- Ahí sí que me he perdido del
todo –dijo Yumara y la maestra Lola rio con ternura haciéndose cargo de que su
explicación era algo complicada.
- ¿Te gusta cantar? – preguntó Lola
de repente a Yumi.
- Mucho – contestó Yumi con
seguridad.
- ¿Qué pasaría si te prohibieran
cantar? Imagina que tuvieras una maldición que te impidiera cantar el resto de
tu vida ¿Cómo te sentirías? – preguntó la maestra.
- Me muero –contestó Yumara pero enfatizó
su respuesta con gestos y expresiones muy cómicos.
- Pues ahí lo tienes- continuó
Lola-. Cantar es la forma que tiene tu alma de expresarse, si te impiden hacer
eso, tu cuerpo se revela, te sientes mal, te desanimas y eso muchas veces
deriva en enfermedades imposibles de curar. No vayas nunca en contra de tus
propias verdades, querida Yumara-.
- No, si ahora me va a dar pena
cuando me cure un resfriado – dijo la muchacha y Lola volvió a reir-.
- Bueno, la próxima vez que
enfermes, en vez de acordarte de lo malita que estás, piensa en toda la gente
que acudirá a ayudarte y reflexiona a ver si estás actuando bien en tu vida.
Además la enfermedad, el dolor, las lesiones; todas ellas son mensajeras a las
que hay que escuchar, nos recuerdan que nuestro tiempo en el mundo tiene un
límite y que no debemos malgastarlo pues algún día moriremos y solo quedará el
eco de las cosas buenas que hicimos.
- ¡Qué penica! –añadió Yumara
suspirando con exageración.
El sol ya
andaba alto indicando el mediodía cuando los caballos estaban preparados para partir.
Cande, Yumi y la maestra Lola se encaminaron a las puertas del Bastión para ir
en busca de la “musgoseta” sin saber que aquella inocente excursión se
convertiría en una terrible aventura.
Sabes q no soy de creer en hechizos y estas cosas, por mi fe en Dios, pero analizo como conoces a tus alumnos y a tus compañeros y tengo q decir, que calidad humana tienes y que maravilla tener un.profesor como tú, espero q nuestros alumnos te valoren, aunque sé q ya lo hacen.Besos de colores para ese curso de 6 al q le he cogido mucho cariño
ResponderEliminarpor los niños que esta chula mama miá que historia
ResponderEliminarYumara y Domi
Hey maestro sigue asi tus historias mejoran cada vez mas me encantan por los niños
ResponderEliminarTodas tus historias me fascinan eres el mejor Maestro que he tenido un abrazo,la proxima historia que hagas sera mejor que la anterior
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