jueves, 24 de mayo de 2018

CAP 32: El Paso de los Gemelos


Los aleteos de un jilguero agitaron el ramaje del árbol que cobijaba la marcha de los tres miembros del Consejo. Encabezando la marcha iba Lumi, que vestía una armadura pesada  y un inmenso martillo de guerra en el fardo de su espalda. Un poco más atrás caminaban Pepi y Finred que charlaban animosamente. La muchacha iba ataviada con una armadura de cuero endurecido tan oscura como el carbón y usaba una nignata, un bastón coronado por una cuchilla enorme, para apoyarse durante la marcha. Cerrando el grupo, en último lugar, iba Luis que seguía a sus compañeros con desgana. Su atuendo era un vivo reflejo de su actitud, mientras Lumi y Pepi iban claramente preparados para combatir, Luis portaba un atuendo más propio de un  viajero que de un guerrero. Era el tercer día de viaje, su camino los había llevado hasta la Gran Cordillera, una cadena de montañas que dividían Dámbil por la mitad y que separaban la mitad  norte de la mitad sur. Aunque había diferentes lugares por los que podrían sortear las montañas y llegar al norte, todos sabían que el camino más rápido y sencillo se encontraba en el “Paso de los Gemelos”.
- Estamos cerca del “Paso de los  Gemelos”, cuando lo atravesemos, debemos ir al oeste en busca de los principales asentamientos elfos –comentó Lumi que oteaba el horizonte donde el Paso de los Gemelos se presentaba en la distancia como dos inmensas montañas separadas por un camino de apenas veinte pasos de anchura. Era el único  lugar en varios kilómetros que permitía cruzar del sur al norte con cierta facilidad.
- ¿Por qué lo llaman el “Paso de los Gemelos”? – preguntó Pepi curiosa-.
- Pues la verdad que no tengo ni idea, dijo Lumi, es el nombre que pone en los mapas –se excusó el muchacho-.
- Tal vez yo  pueda solucionaros esa duda –intervino Finred-. Esa línea de montañas que van de Este a Oeste formaban una sólida barrera que separaba el norte del sur de Dámbil –explico el elfo mientras señalaba la cordillera que se extendía en la línea del horizonte-. Durante muchos siglos la comunicación entre Norte y Sur era terriblemente complicada. Es verdad que existían pasos por la montaña que se podían atravesar con arduos viajes pero en tiempos de paz, decidieron abrir un paso que facilitara el comercio entre las ciudades del Norte y del Sur. Partieron la montaña más grande usando magia ancestral y dejaron dos mitades idénticas, gemelas, separadas por un camino estrecho por el que puede pasar una carreta ligera. Cuando nos adentremos en el paso podréis observar el corte mágico y las superficies pulidas de los laterales del paso.

En ese instante, la conversación despertó la curiosidad de Luis que seguía a sus compañeros sin prestarles mucha atención. Al mencionar el elfo que la montaña había sido cortada con magia para abrir un camino, no pudo evitar acordarse de lo que le había dicho  su maestro Bruce: “este hechizo usado por un guerrero de la ira, podría partir montañas”. Eso fue lo que le dijo su instructor cuando trataba de enseñarle a controlar su poder eolir “¿habría cortado esa montaña un guerrero de la ira?”. Pensando en aquello, siguió caminando con parsimonia tras sus compañeros. 

- Pero hay una cosa que no entiendo –dijo Pepi- ya puestos a abrir un paso ¿por qué tan pequeño? ¿Por qué no hacerlo mucho más ancho para que el camino sea más sencillo? –preguntó Pepi.
- Bueno, eso tiene una explicación un tanto complicada. Para entender esto, hay que situarse en la época en la que se construyó el paso. Por aquellos entonces, Dámbil había sufrido el castigo de numerosas guerras entre orcos y humanos. Aunque la paz reinaba, se decidió hacer un camino que fuese lo suficientemente grande para dejar pasar a la gente pero que impidiera a los ejércitos pasar con facilidad por si volvían las guerras y los conflictos- explicó el elfo.
- A ver si he entendido bien, cuando hicieron el paso, lo hicieron lo suficientemente grande para dejar pasar a los comerciantes, pero tan estrecho como para impedir que un ejército pudiera pasar con comodidad – resumió Lumi que atendía con  perplejidad las explicaciones de Finred.
- Exacto, aunque un ejército podría  pasar, tardaría muchísimo y sería muy dificultoso, de ese modo los pueblos darían la voz de alarma y nunca pillarían ciudades desprevenidas ante un ataque. 
- Pues sí que es curioso, al final si pensamos con frialdad, los grandes acontecimientos de este mundo siempre están marcados por las guerras –se lamentó Lumi.

No tardaron mucho en llegar al lugar donde la montaña se había partido para dejar un paso sencillo a los comerciantes. Los tres humanos y el elfo se adentraron en aquel pasillo de paredes inmensas. El “Paso de los Gemelos” estaba escasamente iluminado y se vieron obligados a encender una antorcha. Al hacerlo, las paredes brillaron de forma anárquica mostrando un fabuloso espectáculo de luces y colores. Todos los minerales que formaban los estratos de la montaña dibujaban curiosas líneas horizontales a través de todo el paso. Todos asistieron a un espectáculo hermoso, donde la magia y la naturaleza se fusionaban para deleite de sus ojos. 
- Cuando salgamos del paso, veremos el pueblo Pasoalto, es la civilización más cercana al Paso de los Gemelos, quizás podamos comprar algunas provisiones allí – dijo Lumi.
- Eso sería mala señal, querido Lumi –dijo Finred-. Es más que probable que este paso sea el camino elegido por Górmul para llegar al Bastión, espero que todos los habitantes se hayan puesto a salvo. Si queda gente allí, estará en serio peligro pues el ejército de muertos no dudará en arrasar sus hogares y robarles la vida –concluyó el elfo.
- ¡Vaya! Pues no había pensado en eso, esperemos que hayan abandonado la aldea para refugiarse en un lugar seguro –añadió Lumi-.
- Pues me parece que esos idiotas no tienen ni idea lo que está pasando en Dámbil, tan solo mirad allí- intervino Luis señalando la salida del paso que dejaba entrever  la ciudad en la lejanía y se apreciaba movimiento y ajetreo en sus gentes, desde luego sus ciudadanos no habían abandonado su hogar.
- ¿Pero es que nadie los ha avisado? – gritó Pepi un tanto indignada. Toda esa gente está en peligro, debemos avisarlos.
- ¡Claro! Y de paso podemos quedarnos unos días tranquilamente disfrutando de su hospitalidad –exclamó Luis en tono irónico. No podemos permitirnos perder el tiempo, tenemos que buscar a los elfos e intentar encontrar el zafiro. Si han sido tan tontos como para quedarse en su casita esperando a Górmul… ¡Allá ellos!
                Finred no pudo replicar al joven pero todos intuyeron que estaba horrorizado por la falta de sensibilidad de Luis. Parecía que el muchacho había olvidado su principal deber; proteger a las gentes de Dámbil.
- Me da igual lo que digas, Luis, vamos a ir a ese pueblo y avisar a sus gentes –dijo Pepi con mucha frialdad para terminar preguntando- ¿tú qué dices Lumi?
- Estoy contigo Pepi, nuestra obligación es proteger a las gentes de Dámbil, debemos acercarnos al pueblo y ver qué está pasando.
- No hay más que hablar – sentenció Pepi sin ocultar el creciente enfado por la actitud de Luis-somos dos contra uno, iremos al pueblo. 
                Mientras se acercaban a Pasoalto, los habitantes  del pueblo empezaron a agitarse y  salieron a recibir a los misteriosos forasteros. Las gentes del lugar eran sencillas y abiertas, todos eran humanos que vivían del comercio aprovechando la situación estratégica de su asentamiento. Muchos aldeanos los rodearon al entrar en la frontera con actitud amigable. Fue Pepi la que rompió el hielo.
- Necesitamos hablar con el gobernador del pueblo, somos consejeros del Bastión –explicó con voz autoritaria y firme.
Un anciano que se apoyaba en un bastón y vestía con una túnica de tonos pardos se dirigió a Pepi.
- Nuestro gobernador está en la casa del pueblo, si me hacéis el honor de acompañarme, consejera, yo mismo os guiaré.
- Por supuesto –afirmó Pepi haciéndole al anciano una pequeña reverencia en señal de agradecimiento-.
Curiosos, los habitantes de Pasoalto salieron a sus calles dispuestos a ver a los consejeros del Bastión, nunca antes los habían visitado personajes tan distinguidos y nadie quería perderse aquel inesperado desfile. Luis seguía cerrando la marcha con el rostro serio y profundamente disgustado con sus dos compañeros. Por su culpa estaban desperdiciando un tiempo precioso. En eso pensaba cuando algo tiró de la manga de su camisa.
- Pero que narices…- interrumpió su frase al ver que era un niño el que tiraba de su camisa. Luis se vio profundamente atraído por los ojos de aquel mocoso, grandes, brillantes y llenos de ilusión.
- ¿Es verdad qué son ustedes los “Señores de los Elementos”? – preguntó el muchachito con la voz cargada de admiración y Luis pensó que sonaba bastante bien eso de “Señores de los Elementos”.
- No molestes niño, no ves que estamos ocupados-  dijo Luis con desprecio y reparó en que el chico llevaba bordada en su camisa una estrella de cuatro puntas y cuatro destellos que simbolizaban la esperanza. El niño, lejos de sentirse intimidado por la brusquedad del consejero, siguió tirando de la manga  de Luis.
- ¿Es verdad que han venido a salvarnos? –preguntó insistente el muchacho, entonces Luis se frenó en seco y sacudió el brazo para librarse del agarre del chico y liberar su manga.
- ¡Nene, no seas pesado! –dijo Luis bruscamente y observó sorprendido que el chico seguía sonriendo como si no acusara sus malos modos.
- Yo sé que habéis venido a ayudarnos y que ahora todo saldrá bien – diciendo esto el niño se dio la vuelta y se fue dando saltos gritando “¡estamos salvados!” mientras se perdía entre el gentío. 
Luis negó con la cabeza sin dar crédito al optimismo del niño y continuó caminando tras el anciano que los guió hasta una casa  grande, un poco más lujosa que el resto de edificios pero sin romper la estética sencilla y austera del resto del pueblo.
-Ya hemos anunciado vuestra llegada, el gobernador os está esperando –dijo el anciano abriendo la puerta del edificio para que entraran los consejeros.
- Gracias por acompañarnos –dijo Lumi y el anciano le correspondió con una desdentada sonrisa.
Al entrar, un señor de mediana edad los esperaba sentado en una gran mesa cubierta por un enorme mapa de Dámbil.
- Por favor, entrad –dijo el hombre invitando a los recién llegados-. Mi nombre es Árgod, soy el gobernante de estas tierras y estoy conmovido con vuestra llegada, hace tiempo que pedimos ayuda y vemos que nuestras plegarias han sido escuchadas. 

Los tres muchachos y el elfo se miraron con cara de circunstancias, todos tenían claro que su visita a Pasoalto era pura casualidad, no sabían que la ciudad hubiera pedido auxilio. Sin saberlo, su aventura acababa de cambiar totalmente.
- Lo siento mi señor –rebatió Lumi educadamente- pero me temo que hay un malentendido. No sabíamos que su pueblo necesitara ayuda, nuestro camino nos lleva al oeste pero al ver que su ciudad no había sido evacuada decidimos venir a avisar del peligro que conlleva que permanezcan aquí. ¿Son conscientes de que un inmenso ejército de muertos pasará por aquí arrasando todo a su paso?
Árgod se sentó en la silla, como si las palabras de Lumi le hubieran caído como una pesada losa.
- Claro que lo sé muchacho, por eso estamos desesperados. Hace varios días nos llegaron mensajeros de pueblos cercanos avisando del inminente peligro, pero no tenemos donde refugiarnos, las ciudades más cercanas nos pillan a varios días de camino al norte, solo podemos ir al  sur donde nos esperan duras jornadas de viaje cargando con ancianos y gente enferma. He intentado convencerlos de que hay que marcharse pero se niegan a abandonar sus hogares – el gobernador terminó su explicación y Pepi y Lumi se miraron con preocupación. Luis, un poco más distante, observaba todo con creciente expectación, algo le decía que sus compañeros iban a decepcionarle.
- No podemos abandonarlos a su suerte –le dijo Pepi al oído a Lumi y éste asintió expresando su acuerdo con su compañera, Luis escuchó a su compañera y sintió que su furia aumentaba.
- ¿De verdad estáis pensando en tirar al traste nuestra misión para ayudar a esta panda de inútiles? – gritó Luis fuera sí sin poder contenerse-. Han tenido tiempo de sobra  para  abandonar este mugriento pueblucho y han decidido esperar aquí su propia muerte. No podemos hacer nada por ellos, ya están sentenciados.
Pepi no pudo dar crédito a lo que escuchaba. Sin mediar palabra agarró fuertemente a Luis por el brazo y lo llevó a una habitación próxima a la gran sala en la que estaban. Árgod miraba estupefacto el espectáculo mientras  Finred y Lumi permanecían serios y callados. Ya dentro de la habitación, que resultó ser un pequeño despacho, Pepi cerró de un portazo la puerta y se puso a muy pocos centímetros de la cara de Luis, sus narices casi se tocaban y los ojos de la muchacha destilaban fuego e indignación. Luis no se amilanó y le mantuvo la mirada.
- Hasta ahora pensaba que eras un muchacho distante y que eso te hacía ser brusco y algo huraño pero hoy veo con decepción que en realidad eres  mezquino y egoísta –dijo Pepi mientras tocaba con su dedo el pecho de Luis en actitud acusatoria-. ¿Acaso no recuerdas tu juramento? Todos, cada uno de nosotros, juró proteger con su vida a los habitantes de Dámbil de cualquier mal, que antepondríamos su seguridad por encima de todo –le recordó Pepi-.
- ¿Me estás diciendo que debemos  quedarnos  con estos mugrientos y morir con ellos mandando al traste nuestra misión? –gritó Luis elevando exageradamente la voz y con tono de incredulidad.
- Eso he dicho –contestó Pepi con frialdad.
- ¿No te das cuenta de que ya están muertos? – volvió a gritar Luis con violencia, pero esta vez un bofetón le cruzó la cara impidiendo que siguiera hablando. La mano de Pepi cortó el aire propinando un tortazo a Luis para que callara.
- No morirán, no mientras cumpla mi juramento, me entristece que tú ya lo hayas  olvidado – concluyó Pepi con voz solemne y abandonó la habitación dejando allí a Luis.
El muchacho no sabía si le había dolido más el tortazo o las palabras de su compañera, pero sin pensarlo dos veces salió de la habitación dispuesto a cobrarse venganza, aquello no podía quedar así. En ese preciso instante cuando volvía a la sala donde se encontraba el gobernador y sus compañeros de viaje, la puerta se abrió de golpe con estrépito y un jinete que parecía exhausto entró visiblemente nervioso.
- Mi señor-dijo el jinete dirigiéndose a el gobernador- he venido todo lo rápido que he podido, vengo con un mensaje de las tierras del norte. El ejército de Górmul se encuentra a menos de un día de camino, avanzan rápido como una marea negra arrasando todo rastro de vida a su paso –dicho esto, comenzó a jadear con exageración tratando de tomar el aire y visiblemente fatigado.
Luis se detuvo y todos se observaron. El gobernador miró con ojos suplicantes a los consejeros y Pepi tomó la palabra.
- Árgod, convoque a su pueblo, debemos ordenarles que preparen sus cosas para partir de inmediato. Abandonamos la ciudad, y nosotros los guiaremos al Bastión – ordenó Pepi segura de sí misma y Lumi puso la mano en el hombro de su compañera manifestando el apoyo a su decisión.
- Haré lo que me pides muchacha, pero me temo que mi autoridad ya no es respetada por mi pueblo. Tal vez si vosotros os dirigís a ellos…-dejó caer  el gobernador-.
- Yo lo haré –se ofreció Lumi, ya era la segunda vez en muy poco tiempo que hablaría en público, pero una vez más, lo que tenía que decir era demasiado importante como para que la timidez o la inseguridad frenara sus palabras.
Tras un corto espacio de tiempo, la plaza cercana a la casa del gobernador se llenó con todos los habitantes del pueblo. Lumi estimó que en Pasoalto habría en torno a unos dos mil habitantes. Contaban con una guardia para su propia defensa, unos  ciento cincuenta guerreros armados con sencillez; lanzas, arcos y cota de malla. Los congregados miraban fijamente a la escalinata donde Lumi, junto con el gobernador y sus compañeros, se habían subido para que se les viera y escuchara mejor. Sintió de nuevo los nervios recorrerle el estómago subiéndole por la garganta intentando ahogar sus palabras. Carraspeó y se dispuso a ahuyentar sus fantasmas para hablar con autoridad.
- Gentes de Pasoalto vuestras vidas corren un grave peligro- comenzó Lumi y sintió que la gente se agitaba nerviosa-. Un gran ejército de muertos llegará mañana a vuestras fronteras y me temo que nada podemos hacer contra esta amenaza, debéis abandonar vuestros hogares y marchad con nosotros de regreso al Bastión.
- ¡No abandonaremos nuestros hogares! –gritaron desde el público y cientos de voces vitorearon y apoyaron la idea, Lumi se dio cuenta de que si seguía así la cosa, sería imposible convencer al pueblo y decidió cambiar de estrategia.
- ¿Qué es un hogar? – preguntó Lumi con voz poderosa para captar la atención y todos callaron para escuchar al consejero. ¿Acaso un hogar es un techo? ¿Tal vez sean las paredes que nos protegen del frío? ¿O quizás los muebles que tan fácil nos hacen la existencia? –Lumi dejó sus preguntas flotando en el aire, haciendo una pausa para que las gentes reflexionaran y volvió a hablar con tono solemne-. Un hogar no es nada de eso, un hogar es tu familia, el calor de tus hermanos,  el abrazo de unos padres y la cercanía de tus vecinos –el muchacho volvió a callar y observó que muchos asentían con la cabeza dándole la razón-. No os estoy pidiendo que abandonéis vuestro hogar, pues marcharemos todos juntos. Vuestro pueblo puede ser arrasado, las casas destruidas, los cultivos quemados y la tierra mancillada, pero mientras todos estemos juntos y vivos, siempre existirá la esperanza de volver a fundar un hogar el día de mañana y os juro por mi honor que haré todo lo posible para que las gentes de Pasoalto vivan para tener un futuro – las gentes comenzaron a vitorear a Lumi y a aplaudir su discurso, el gobernador miró con ojos agradecidos al muchacho.
-¿Estáis con nosotros? – gritó Pepi todavía entusiasmada con las palabras de Lumi y el pueblo gritó  un “sí” que recorrió cada callejuela de Pasoalto.
- Preparaos para el viaje, cargad solo con las provisiones indispensables- dijo el gobernador cuando volvió a hacerse el silencio-. Partiremos al alba.

6 comentarios:

  1. Maestro esta muy bonita Teiya

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  2. Maestro esta mu chulilla Diana

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  3. maestro es muy bonita pero siempre sacas a los mismos Rafi

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  4. maestro me encanta esta bien chulaca

    Yumara

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  5. muy buena historia sigue así, Juan

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