jueves, 19 de abril de 2018

CAP 25: La noche más fría


La tarde empezaba a caer, el bosque Sombrío se presentaba como un interminable palacio de columnas de madera  que sustentaban una bóveda de hojas y ramas. Los rayos débiles del atardecer apenas podían iluminar los obstáculos y peligros que acechaban en los alrededores. Domi, precavida, portaba una antorcha al frente de sus  dos compañeras; Diana y Teilla. El silencio era casi absoluto, los pasos eran amortiguados por una alfombra de hojas secas y solo el crepitar intermitente de la llameante antorcha amenizaba la marcha. 

Domi, la guardiana, viajaba con su pesada armadura  y su espada envainada en la espalda. En el pecho relucía el ojo blanco símbolo de los guardianes del Bastión. Enriqueta le seguía unos pasos más atrás portando su enorme bastón de fresno y una túnica propia de los magos de Dámbil. A su lado Diana viajaba ligera con su larga camisola de campaña y una daga al cinto  para defenderse, cazar y cualquier labor de supervivencia. 

La ruta por el bosque la había propuesto Diana argumentando que podían atajar un buen trecho si dejaban los senderos naturales. Domi no estaba de acuerdo, pero no pudo hacer nada por convencer  a las dos amigas de lo  inseguro que era abandonar los senderos y atravesar el bosque por caminos salvajes. 

- Estoy segura de que pronto saldremos al otro lado, tan solo hay que avanzar un poco más -defendió Diana que parecía haber leído los pensamientos de Domi. 

Teilla estaba nerviosa, un creciente desasosiego la acompañaba desde la salida del Bastión, pero se había prometido a sí misma no contagiar a sus compañeras con su pesimismo. Trató de centrarse en planificar su misión. Era el segundo día que pasaban en el bosque. Si sus cálculos no fallaban, no deberían tardar más de otra jornada en salir de allí. Quizás durante el tercer día podrían encontrar a los duendes y emprender el camino de vuelta al Bastión y estar de regreso antes de que Górmul comenzara su invasión.  Sin duda, debían salir lo antes posible del Bosque Sombrío para encontrar a los aliados que vivían más allá de las fronteras.  De repente una maldición la sacó de sus pensamientos. 

- ¡Por todos los demonios! ¡Estamos caminando en círculos! -gritó Domi, la guardiana.
- ¡No es posible! - dijo Diana. Vamos en línea recta, estoy segura.
- Ven aquí y mira esto -demandó la guardiana. 

Domi estaba agachada junto a una roca y Diana se aproximó al lugar. Domi acercó la antorcha al suelo y la luz de las llamas bañó el lugar. 

- Mira, esta señal la dibujé hace un par de horas cuando sospeché que nos habíamos perdido -explicó señalando el emblema del Bastión que había dibujado con simpleza; un gran ojo blanco-.

Diana no sabía que decir, la prueba de que estaban dando vueltas en círculos era innegable. 

Domi se sintió poseída por una rabia creciente. Aquella estúpida las había perdido en la inmensidad del bosque. Sabía perfectamente que si se  entretenían más de la cuenta en su misión, no podrían llevar ayuda al Bastión. Ya habían gastado casi dos días y ni tan siquiera habían visto el final del bosque. 

- ¡Por vuestra culpa estamos perdidas! - gritó Domi furibunda señalando a sus dos compañeras-. Si hubiésemos seguido el camino mañana por la mañana estaríamos saliendo del bosque pero era mejor coger un atajo para perdernos  ¿verdad? – preguntó con ironía.
- ¡Basta! - intervino Teilla- Discutir y echarnos las cosas en cara no nos sacará de este embrollo – la adivina suspiró tratando de calmar sus propios nervios-. Propongo acampar aquí, pronto anochecerá, quizás mañana veamos las cosas con más claridad. 

Todas aceptaron de mala gana la propuesta de acampar pero no quedaba otra opción. Necesitaban descansar y calmar los ánimos. 

Mientras montaban el campamento para pasar la noche, Teilla sintió que su estómago le daba vueltas, la sola idea de dormir en aquel lugar le erizaba todo el vello de su cuerpo. Eran señales que le indicaban que algo malo estaba a punto de suceder. Su don para la adivinación la estaba avisando pero no quiso asustar a sus compañeras. Pensó que acampar era la decisión más sensata y la mantuvo a pesar de sus dudas.  
Diana estaba nerviosa y defraudada consigo misma, ella era la responsable, ella había tomado la decisión de tomar el atajo y había obligado a sus compañeras a que la siguieran. Ahora estaban perdidas por su culpa. Diana intentó centrarse en los preparativos del campamento para no angustiarse. 

Improvisaron un pequeño campamento, sencillo pero acogedor. Desde la discusión un incómodo silencio reinaba entre las tres componentes  del Consejo. Diana repartió unos trozos de carne curada, y pasó un pellejo de agua para que sus compañeras bebieran. Aquella noche era cálida, el abrigo de los árboles era reconfortante por lo que pensaron que era innecesario encender una hoguera. Diana estaba sentada junto a Teilla y reposaba su cabeza en el hombro de la adivina. Separada unos cuantos metros y reposando en un tocón, Domi miraba con indiferencia a sus dos compañeras. Pensó en quitarse su armadura para descansar más cómoda pero la inseguridad del lugar le hizo pensárselo mejor. Se resignó a dormir sufriendo la incomodidad de las protecciones  y la malla de anillas que llevaba bajo la coraza. Se había acostumbrado al peso de todo ese metal, la presión sobre su cuerpo la  hacían sentirse segura  y protegida, era como su segunda piel. Dispuesta a buscar una posición cómoda para conciliar el sueño, se dirigió a sus compañeras: 

-Debemos organizar las guardias, este lugar no es seguro. Dormiremos por turnos -propuso la guardiana-.
-Yo haré la primera guardia -dijo Teilla, mientras pensaba que de todos modos no iba a poder dormir. Aún sentía una profunda angustia que parecía haberse multiplicado desde que decidieran acampar en ese lugar.  

Diana levantó la cabeza del hombro de su amiga y la besó dulcemente en la cara para darle las buenas noches, a Domi ni la miró. Las dos cogieron sus sacos de dormir y tendidas sobre el lecho de hojas se dispusieron a disfrutar de unas horas de sueño.
            Domi se giró en el suelo tratando de encontrar una postura adecuada en la que no se le clavaran los cierres de la armadura. Boca arriba encontró algo de alivio y contempló los trozos de cielo que se adivinaban entre las espesas ramas del bosque. Las estrellas apenas brillaban y el cielo tenía una penumbra impropia de una noche tan limpia como aquella. 

El sueño la esquivaba y sus pensamientos iban una y otra vez a la misión que tenía que cumplir. Se dio cuenta de que le producía un miedo terrible pensar en el fracaso, se imaginó el Bastión en llamas y una ola de muertos rodeando las murallas de la ciudadela. Intentó apartar esos pensamientos negativos y escuchó suspirar profundamente a Diana. La miró de reojo y observó que su compañera no había tenido ningún problema en conciliar el sueño. Un poco más lejos, Teilla estaba paseando alrededor del campamento haciendo la guardia. Mirando a sus compañeras recordó los viejos tiempos en los que las tres eran inseparables y todo lo hacían juntas. Compartían risas y secretos. Ahora eran como dos extrañas a las que no le interesaba conocer. 

Todo sucedió de la noche a la mañana y sin haberlo deseado. La familia de Domi tuvo un problema con la familia de Teilla y Diana. De aquel conflicto salieron muchas personas perjudicadas y nadie beneficiado. Ninguno supo arreglar la ruptura entre las dos familias y las muchachas fueron obligadas a odiarse. Domi recordaba el sufrimiento de su familia, sabía que Teilla y Diana no habían sido las responsables de lo sucedido pero eso ya no importaba. De cara a los suyos, Domi no podía ni tan siquiera hablar con las dos primas y poco a poco, condenada y  obligada a olvidarlas, fue endureciendo su corazón hasta borrar lo feliz que había sido mientras amaba a aquellas dos.  Ahora solo existía una cierta tolerancia entre ellas, nunca cruzaban más palabras de las necesarias y se trataban con una fría indiferencia. 

Mientras Domi rumiaba estos pensamientos, una duda se instaló en lo más profundo de su ser como una puñalada traicionera, llegado el momento… ¿Sería capaz de trabajar codo con codo con sus compañeras? ¿Sería capaz de protegerlas? ¿Sería capaz de ayudarlas si estaban heridas o en peligro? Aquellas preguntas la atormentaban impidiendo que el sueño llegara. A pesar de que el tiempo había pasado dejando una dolorosa cicatriz, dudaba seriamente sí sería capaz de actuar con honor llegado el momento de ayudarlas. 

No lejos de allí Teilla apoyó su espalda sobre un tronco cercano desde donde  podía vigilar perfectamente los alrededores. Le sorprendió el silencio que reinaba en la noche, era totalmente antinatural, lo lógico en esas circunstancias es que miles de sonidos poblaran el ambiente. Los ruidos furtivos de algún roedor correteando por los setos, el canto inconfundible de las rapaces nocturnas o la insistente serenata de los grillos. Pero aquella noche no se escuchaba absolutamente nada, de hecho Teilla se esforzó y se dio cuenta de que podía percibir las respiraciones suaves de sus compañeras mientras descansaban. 

Se movió incomoda y eso provocó que parte de la corteza del árbol en el que estaba apoyada se desprendiera. Extrañada cogió su bastón; una hermosa creación de fresno coronada por un cuarzo de coral que potenciaba sus  poderes, una estupenda creación de su prima  Diana. Invocó un poco de su magia y el cuarzo emitió una suave luz que iluminó el tronco. "¿Pero qué diantres es esto?" se preguntó la joven. Al observar con detenimiento, se percató de que el árbol manifestaba algún tipo de enfermedad. La corteza estaba seca. Presentaba un color gris ceniza y  se desprendía con el más ligero de los roces. Teilla trató de encontrar en su memoria alguna enfermedad capaz de maltratar así a un árbol, era una extraña corrupción mágica, de eso no le cabía duda.  

Sumida en sus reflexiones no se dio cuenta de la brisa gélida que le subía desde las piernas. De repente observó en la espesura dos pequeños ojos que la vigilaban. Enseguida su sexto sentido dio la voz de alarma. Podía ser un lobo o un zorro que acechaba en la oscuridad, pero los ojos, como si de dos brasas se tratasen, titilaban  con colores cambiantes. Teilla supo al instante que aquellos ojos no eran de un animal pero haciendo uso de su sensatez conjuró un pequeño hechizo, la luz de su bastón se hizo más potente y alumbró la zona donde flotaban los ojos, si era un animal se asustaría. Poco a poco la luminosidad se disipó devolviendo la oscuridad a los setos en los que se escondía la criatura y Teilla, con tranquilidad, comprobó que ya no  había nada. Suspiró aliviada y se dejó caer sobre el tronco, fue entonces cuando escuchó una voz muy cerca, demasiado cerca:
- Muerteeeeeeeeeeeeeeeeeeee.

Teilla quedó paralizada por el terror, la voz siseante le trajo a su memoria historias de terror que prefería haber olvidado. El sonido de las palabras se clavaba en su mente infringiéndole un dolor agudo en lo más profundo de su ser. La magia antinatural invadía el bosque y entonces recordó sus predicciones:
"…un sentimiento extraño. Un frío antinatural y una magia prohibida…"
- Fríoooooooooooo -repitió la voz cada vez más cerca.
La adivina salió de su trance, se repuso al terror y convencida gritó con todas sus fuerzas:
- ¡¡UN LICHE!!

Corrió todo lo que pudo y se situó al lado de sus compañeras. Diana y Domi se levantaron como resortes y, aún confundidas, observaron como su compañera alzaba su bastón emitiendo una luz blanca poderosa. 

De los matorrales una criatura espantosa, nacida de mil pesadillas, se mostró ante los miembros del Consejo. En su rostro no se podía leer expresión alguna, pero los horribles ojos luminosos taladraban el alma desvaneciendo todo rastro de ilusión.
Pronto, sus compañeras  se levantaron prestas para un combate que desgraciadamente, jamás podrían ganar. 

- Utilizad ataques a distancia, mantenedlo a ralla y no dejéis que os toque -ordenó Teilla con voz temblorosa. 

Por el suelo del bosque se empezó a extender una bruma azulada; un haz de putrefacción que marchitaba el lecho del bosque.  El frío era casi insoportable y las tres componentes del Consejo  hacían esfuerzos por resistir las bajas temperaturas que las hacía temblar. 

Teilla, usando su poder wouter, fue la primera en atacar, aprovechó las temperaturas gélidas para lanzar un enorme carámbano  contra el cuerpo del Liche. El trozo de hielo salió disparado a una velocidad capaz de atravesar el tronco de un árbol, pero inexplicablemente, justo cuando iba a impactar en el rostro de la criatura, se derritió en el aire. Domi, por su parte, invocó un pequeño tornado  que proyectó hacia su adversario. El poder del aire envolvió el cuerpo del Liche, parecía que daba resultado pero un grito fulminador brotó de la criatura deshaciendo el sortilegio. El alarido hizo que todos cayeran al suelo tapándose los oídos y sufriendo un ataque de terror indescriptible. En sus mentes veían nefastas visiones, sus peores temores y sus miedos más íntimos. 

Diana fue la primera en reponerse a tan terrible ataque y desoyendo el consejo de su compañera, desenvainó la daga de su cinto y se lanzó contra su enemigo.
- ¡Detente! - quiso gritar Teilla pero de su garganta solo brotó un lastimero lamento. 

Diana arremetió con valentía e imprudencia. Lanzando tajos a diestro y siniestro. El Liche, no se molestó en esquivar los envites, los golpes rebotaban en su piel putrefacta sin hacer el más mínimo daño. Parecía divertirse con el empeño de su adversaria hasta que de repente, una oleada de magia brotó del cuerpo de la criatura lanzando a Diana por los aires. Al caer, la muchacha quedó aturdida e indefensa a pocos pasos del Liche. Un paso y luego otro, aquel ser del abismo se acercó siseante a Diana disfrutando del olor a vida que brotaba de la joven. La muchacha se levantó dolorida pero quedó paralizada por la cercanía de aquel ente maligno. Vio el brazo del Liche extenderse para cogerla. Sabía que si la tocaba, moriría. 

- No la toques -gritó desesperada Teilla desde el suelo sin poder moverse.  

Justo cuando Diana sentía que la mano del Liche le arrebataría su vida, un tremendo golpe en el hombro la derribó lanzándola fuera del alcance de la criatura. Al levantar la mirada vio que el empujón se lo había dado Domi que se alzaba interponiéndose entre ella y la criatura pero observó aterrada como la garra del Liche… ¡Sostenía a  la guardiana por el antebrazo! 

Domi sintió un frío horrible que le atravesaba todo el cuerpo, extendiéndose desde su brazo hasta el extremo de la pierna. Terror, pena, rabia…todos los sentimientos se agolparon en su cabeza hasta que su luz se apagó. Su último pensamiento fue para ella misma: “He sido capaz”.
Cayó redonda al suelo, su rostro golpeo el suelo  y quedó tendida boca abajo.  La criatura absorbió su energía, su magia, su vida, sumiéndola en el sueño eterno del que no despertaría jamás. 

Ilustraciones de JMDíaz

10 comentarios:

  1. Bravo! Qué genialidad! Qué bien llevado!

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  2. Maestro me a llegado a la patata TEIYA

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  3. Maestro has hecho unos dibujos muy chulos

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  4. Maestro esta muy bonita por los niños¡¡ DIANA

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  5. Maestro has hecho unos dibujos muy chulos aarón

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  6. Maestro eres el mejor¡¡ ROSA

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  7. Maestro me a encantado como haces la historia y esos dibujos WOW esta muy chulo por la abuela

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  8. Que buena historia. Luis G.

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  9. que chula la historia de mi maestro te quiero mucho José Miguel yumara

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  10. nos encanta yumara y chochi

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