La tarde empezaba a caer, el bosque
Sombrío se presentaba como un interminable palacio de columnas de madera que sustentaban una bóveda de hojas y ramas.
Los rayos débiles del atardecer apenas podían iluminar los obstáculos y
peligros que acechaban en los alrededores. Domi, precavida, portaba una antorcha
al frente de sus dos compañeras; Diana y
Teilla. El silencio era casi absoluto, los pasos eran amortiguados por una
alfombra de hojas secas y solo el crepitar intermitente de la llameante
antorcha amenizaba la marcha.
Domi, la guardiana, viajaba con su
pesada armadura y su espada envainada en
la espalda. En el pecho relucía el ojo blanco símbolo de los guardianes del
Bastión. Enriqueta le seguía unos pasos más atrás portando su enorme bastón de
fresno y una túnica propia de los magos de Dámbil. A su lado Diana viajaba
ligera con su larga camisola de campaña y una daga al cinto para defenderse, cazar y cualquier labor de
supervivencia.
La ruta por el bosque la había
propuesto Diana argumentando que podían atajar un buen trecho si dejaban los
senderos naturales. Domi no estaba de acuerdo, pero no pudo hacer nada por
convencer a las dos amigas de lo inseguro que era abandonar los senderos y
atravesar el bosque por caminos salvajes.
- Estoy segura de que pronto saldremos al otro lado, tan solo
hay que avanzar un poco más -defendió Diana que parecía haber leído los
pensamientos de Domi.
Teilla estaba nerviosa, un creciente
desasosiego la acompañaba desde la salida del Bastión, pero se había prometido
a sí misma no contagiar a sus compañeras con su pesimismo. Trató de centrarse
en planificar su misión. Era el segundo día que pasaban en el bosque. Si sus
cálculos no fallaban, no deberían tardar más de otra jornada en salir de allí.
Quizás durante el tercer día podrían encontrar a los duendes y emprender el
camino de vuelta al Bastión y estar de regreso antes de que Górmul comenzara su
invasión. Sin duda, debían salir lo
antes posible del Bosque Sombrío para encontrar a los aliados que vivían más
allá de las fronteras. De repente una
maldición la sacó de sus pensamientos.
- ¡Por todos los demonios! ¡Estamos caminando en círculos!
-gritó Domi, la guardiana.
- ¡No es posible! - dijo Diana. Vamos en línea recta, estoy
segura.
- Ven aquí y mira esto -demandó la guardiana.
Domi estaba agachada junto a una roca y Diana se aproximó al
lugar. Domi acercó la antorcha al suelo y la luz de las llamas bañó el lugar.
- Mira, esta señal la dibujé hace un par de horas cuando
sospeché que nos habíamos perdido -explicó señalando el emblema del Bastión que
había dibujado con simpleza; un gran ojo blanco-.
Diana no sabía que decir, la prueba de que estaban dando
vueltas en círculos era innegable.
Domi se sintió poseída por una rabia
creciente. Aquella estúpida las había perdido en la inmensidad del bosque.
Sabía perfectamente que si se
entretenían más de la cuenta en su misión, no podrían llevar ayuda al
Bastión. Ya habían gastado casi dos días y ni tan siquiera habían visto el
final del bosque.
- ¡Por vuestra culpa estamos perdidas! - gritó Domi furibunda
señalando a sus dos compañeras-. Si hubiésemos seguido el camino mañana por la
mañana estaríamos saliendo del bosque pero era mejor coger un atajo para
perdernos ¿verdad? – preguntó con
ironía.
- ¡Basta! - intervino Teilla- Discutir y echarnos las cosas
en cara no nos sacará de este embrollo – la adivina suspiró tratando de calmar
sus propios nervios-. Propongo acampar aquí, pronto anochecerá, quizás mañana
veamos las cosas con más claridad.
Todas aceptaron de mala gana la
propuesta de acampar pero no quedaba otra opción. Necesitaban descansar y
calmar los ánimos.
Mientras montaban el campamento para
pasar la noche, Teilla sintió que su estómago le daba vueltas, la sola idea de
dormir en aquel lugar le erizaba todo el vello de su cuerpo. Eran señales que
le indicaban que algo malo estaba a punto de suceder. Su don para la
adivinación la estaba avisando pero no quiso asustar a sus compañeras. Pensó
que acampar era la decisión más sensata y la mantuvo a pesar de sus dudas.
Diana estaba nerviosa y defraudada
consigo misma, ella era la responsable, ella había tomado la decisión de tomar
el atajo y había obligado a sus compañeras a que la siguieran. Ahora estaban
perdidas por su culpa. Diana intentó centrarse en los preparativos del
campamento para no angustiarse.
Improvisaron un pequeño campamento,
sencillo pero acogedor. Desde la discusión un incómodo silencio reinaba entre las
tres componentes del Consejo. Diana
repartió unos trozos de carne curada, y pasó un pellejo de agua para que sus
compañeras bebieran. Aquella noche era cálida, el abrigo de los árboles era
reconfortante por lo que pensaron que era innecesario encender una hoguera.
Diana estaba sentada junto a Teilla y reposaba su cabeza en el hombro de la
adivina. Separada unos cuantos metros y reposando en un tocón, Domi miraba con
indiferencia a sus dos compañeras. Pensó en quitarse su armadura para descansar
más cómoda pero la inseguridad del lugar le hizo pensárselo mejor. Se resignó a
dormir sufriendo la incomodidad de las protecciones y la malla de anillas que llevaba bajo la
coraza. Se había acostumbrado al peso de todo ese metal, la presión sobre su
cuerpo la hacían sentirse segura y protegida, era como su segunda piel.
Dispuesta a buscar una posición cómoda para conciliar el sueño, se dirigió a
sus compañeras:
-Debemos organizar las guardias, este lugar no es seguro.
Dormiremos por turnos -propuso la guardiana-.
-Yo haré la primera guardia -dijo Teilla, mientras pensaba
que de todos modos no iba a poder dormir. Aún sentía una profunda angustia que
parecía haberse multiplicado desde que decidieran acampar en ese lugar.
Diana levantó la cabeza del hombro de
su amiga y la besó dulcemente en la cara para darle las buenas noches, a Domi
ni la miró. Las dos cogieron sus sacos de dormir y tendidas sobre el lecho de
hojas se dispusieron a disfrutar de unas horas de sueño.
Domi se giró
en el suelo tratando de encontrar una postura adecuada en la que no se le
clavaran los cierres de la armadura. Boca arriba encontró algo de alivio y contempló
los trozos de cielo que se adivinaban entre las espesas ramas del bosque. Las
estrellas apenas brillaban y el cielo tenía una penumbra impropia de una noche
tan limpia como aquella.
El sueño la esquivaba y sus
pensamientos iban una y otra vez a la misión que tenía que cumplir. Se dio
cuenta de que le producía un miedo terrible pensar en el fracaso, se imaginó el
Bastión en llamas y una ola de muertos rodeando las murallas de la ciudadela.
Intentó apartar esos pensamientos negativos y escuchó suspirar profundamente a
Diana. La miró de reojo y observó que su compañera no había tenido ningún
problema en conciliar el sueño. Un poco más lejos, Teilla estaba paseando
alrededor del campamento haciendo la guardia. Mirando a sus compañeras recordó
los viejos tiempos en los que las tres eran inseparables y todo lo hacían
juntas. Compartían risas y secretos. Ahora eran como dos extrañas a las que no
le interesaba conocer.
Todo sucedió de la noche a la mañana
y sin haberlo deseado. La familia de Domi tuvo un problema con la familia de
Teilla y Diana. De aquel conflicto salieron muchas personas perjudicadas y
nadie beneficiado. Ninguno supo arreglar la ruptura entre las dos familias y
las muchachas fueron obligadas a odiarse. Domi recordaba el sufrimiento de su familia,
sabía que Teilla y Diana no habían sido las responsables de lo sucedido pero
eso ya no importaba. De cara a los suyos, Domi no podía ni tan siquiera hablar
con las dos primas y poco a poco, condenada y
obligada a olvidarlas, fue endureciendo su corazón hasta borrar lo feliz
que había sido mientras amaba a aquellas dos. Ahora solo existía una cierta tolerancia entre
ellas, nunca cruzaban más palabras de las necesarias y se trataban con una fría
indiferencia.
Mientras Domi rumiaba estos
pensamientos, una duda se instaló en lo más profundo de su ser como una
puñalada traicionera, llegado el momento… ¿Sería capaz de trabajar codo con
codo con sus compañeras? ¿Sería capaz de protegerlas? ¿Sería capaz de ayudarlas
si estaban heridas o en peligro? Aquellas preguntas la atormentaban impidiendo
que el sueño llegara. A pesar de que el tiempo había pasado dejando una
dolorosa cicatriz, dudaba seriamente sí sería capaz de actuar con honor llegado
el momento de ayudarlas.
No lejos de allí Teilla apoyó su
espalda sobre un tronco cercano desde donde podía vigilar perfectamente los alrededores.
Le sorprendió el silencio que reinaba en la noche, era totalmente antinatural,
lo lógico en esas circunstancias es que miles de sonidos poblaran el ambiente.
Los ruidos furtivos de algún roedor correteando por los setos, el canto
inconfundible de las rapaces nocturnas o la insistente serenata de los grillos.
Pero aquella noche no se escuchaba absolutamente nada, de hecho Teilla se
esforzó y se dio cuenta de que podía percibir las respiraciones suaves de sus
compañeras mientras descansaban.
Se movió incomoda y eso provocó que
parte de la corteza del árbol en el que estaba apoyada se desprendiera.
Extrañada cogió su bastón; una hermosa creación de fresno coronada por un
cuarzo de coral que potenciaba sus
poderes, una estupenda creación de su prima Diana. Invocó un poco de su magia y el cuarzo
emitió una suave luz que iluminó el tronco. "¿Pero qué diantres es
esto?" se preguntó la joven. Al observar con detenimiento, se percató de
que el árbol manifestaba algún tipo de enfermedad. La corteza estaba seca.
Presentaba un color gris ceniza y se
desprendía con el más ligero de los roces. Teilla trató de encontrar en su
memoria alguna enfermedad capaz de maltratar así a un árbol, era una extraña
corrupción mágica, de eso no le cabía duda.
Sumida en sus reflexiones no se dio
cuenta de la brisa gélida que le subía desde las piernas. De repente observó en
la espesura dos pequeños ojos que la vigilaban. Enseguida su sexto sentido dio
la voz de alarma. Podía ser un lobo o un zorro que acechaba en la oscuridad,
pero los ojos, como si de dos brasas se tratasen, titilaban con colores cambiantes. Teilla supo al
instante que aquellos ojos no eran de un animal pero haciendo uso de su
sensatez conjuró un pequeño hechizo, la luz de su bastón se hizo más potente y
alumbró la zona donde flotaban los ojos, si era un animal se asustaría. Poco a
poco la luminosidad se disipó devolviendo la oscuridad a los setos en los que
se escondía la criatura y Teilla, con tranquilidad, comprobó que ya no había nada. Suspiró aliviada y se dejó caer
sobre el tronco, fue entonces cuando escuchó una voz muy cerca, demasiado cerca:
- Muerteeeeeeeeeeeeeeeeeeee.
Teilla quedó paralizada por el terror, la voz siseante le
trajo a su memoria historias de terror que prefería haber olvidado. El sonido
de las palabras se clavaba en su mente infringiéndole un dolor agudo en lo más
profundo de su ser. La magia antinatural invadía el bosque y entonces recordó
sus predicciones:
"…un sentimiento
extraño. Un frío antinatural y una magia prohibida…"
- Fríoooooooooooo -repitió la voz cada vez más cerca.
La adivina salió de su trance, se repuso al terror y
convencida gritó con todas sus fuerzas:
- ¡¡UN LICHE!!
Corrió todo lo que pudo y se situó al
lado de sus compañeras. Diana y Domi se levantaron como resortes y, aún
confundidas, observaron como su compañera alzaba su bastón emitiendo una luz
blanca poderosa.
De los matorrales una criatura espantosa, nacida de mil
pesadillas, se mostró ante los miembros del Consejo. En su rostro no se podía
leer expresión alguna, pero los horribles ojos luminosos taladraban el alma
desvaneciendo todo rastro de ilusión.
Pronto, sus compañeras
se levantaron prestas para un combate que desgraciadamente, jamás
podrían ganar.
- Utilizad ataques a distancia, mantenedlo a ralla y no
dejéis que os toque -ordenó Teilla con voz temblorosa.
Por el suelo del bosque se empezó a
extender una bruma azulada; un haz de putrefacción que marchitaba el lecho del
bosque. El frío era casi insoportable y las
tres componentes del Consejo hacían
esfuerzos por resistir las bajas temperaturas que las hacía temblar.
Teilla, usando su poder wouter, fue la
primera en atacar, aprovechó las temperaturas gélidas para lanzar un enorme
carámbano contra el cuerpo del Liche. El
trozo de hielo salió disparado a una velocidad capaz de atravesar el tronco de
un árbol, pero inexplicablemente, justo cuando iba a impactar en el rostro de
la criatura, se derritió en el aire. Domi, por su parte, invocó un pequeño tornado que proyectó hacia su adversario. El poder
del aire envolvió el cuerpo del Liche, parecía que daba resultado pero un grito
fulminador brotó de la criatura deshaciendo el sortilegio. El alarido hizo que
todos cayeran al suelo tapándose los oídos y sufriendo un ataque de terror
indescriptible. En sus mentes veían nefastas visiones, sus peores temores y sus
miedos más íntimos.
Diana fue la primera en reponerse a
tan terrible ataque y desoyendo el consejo de su compañera, desenvainó la daga
de su cinto y se lanzó contra su enemigo.
- ¡Detente! - quiso gritar Teilla pero de su garganta solo
brotó un lastimero lamento.
Diana arremetió con valentía e imprudencia.
Lanzando tajos a diestro y siniestro. El Liche, no se molestó en esquivar los
envites, los golpes rebotaban en su piel putrefacta sin hacer el más mínimo daño.
Parecía divertirse con el empeño de su adversaria hasta que de repente, una
oleada de magia brotó del cuerpo de la criatura lanzando a Diana por los aires.
Al caer, la muchacha quedó aturdida e indefensa a pocos pasos del Liche. Un
paso y luego otro, aquel ser del abismo se acercó siseante a Diana disfrutando
del olor a vida que brotaba de la joven. La muchacha se levantó dolorida pero quedó
paralizada por la cercanía de aquel ente maligno. Vio el brazo del Liche extenderse
para cogerla. Sabía que si la tocaba, moriría.
- No la toques -gritó desesperada Teilla desde el suelo sin
poder moverse.
Justo cuando Diana sentía que la mano
del Liche le arrebataría su vida, un tremendo golpe en el hombro la derribó
lanzándola fuera del alcance de la criatura. Al levantar la mirada vio que el
empujón se lo había dado Domi que se alzaba interponiéndose entre ella y la
criatura pero observó aterrada como la garra del Liche… ¡Sostenía a la guardiana por el antebrazo!
Domi sintió un frío horrible que le
atravesaba todo el cuerpo, extendiéndose desde su brazo hasta el extremo de la
pierna. Terror, pena, rabia…todos los sentimientos se agolparon en su cabeza
hasta que su luz se apagó. Su último pensamiento fue para ella misma: “He sido
capaz”.
Cayó redonda al suelo, su rostro golpeo el suelo y quedó tendida boca abajo. La criatura absorbió su energía, su magia, su
vida, sumiéndola en el sueño eterno del que no despertaría jamás.
Ilustraciones de JMDíaz
Bravo! Qué genialidad! Qué bien llevado!
ResponderEliminarMaestro me a llegado a la patata TEIYA
ResponderEliminarMaestro has hecho unos dibujos muy chulos
ResponderEliminarMaestro esta muy bonita por los niños¡¡ DIANA
ResponderEliminarMaestro has hecho unos dibujos muy chulos aarón
ResponderEliminarMaestro eres el mejor¡¡ ROSA
ResponderEliminarMaestro me a encantado como haces la historia y esos dibujos WOW esta muy chulo por la abuela
ResponderEliminarQue buena historia. Luis G.
ResponderEliminarque chula la historia de mi maestro te quiero mucho José Miguel yumara
ResponderEliminarnos encanta yumara y chochi
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