jueves, 1 de marzo de 2018

CAP 19: El Innombrable "Desenlace"



Un gran gritó brotó de la garganta del dragón, pues hasta ahora desconocía lo que era el dolor. Llevó su garra a la herida abierta en su pecho. Dúlfenor respiraba agitadamente ¿estaría herido de muerte? Comprobó que sangraba abundantemente, la espada había penetrado en sus preciosas escamas pero, por suerte, no había alcanzado el corazón por muy poco. Sobreviviría, se tranquilizó a sí mismo,  pero no podía seguir luchando. Tenía que escapar. Observó a su oponente: Élestor estaba totalmente exhausto, la magia usada para cubrir la espada de diamante y el cansancio físico de tres días luchando era demasiado, incluso para un humano tan extraordinario. Entonces la maléfica mente del dragón concibió una idea. 

- ¡¡¡Me rindo!!! -gritó Dúlfenor-.

Élestor, estupefacto, permaneció unos segundos asimilando las palabras de su adversario, eso quería decir que...¡¡¡Había ganado!!!

- Perdóname la vida noble guerrero -rogó el dragón-. Me has vencido y acepto mi derrota. Si tienes misericordia, prometo no atacar nunca a los pueblos de Dámbil. De ahora en adelante, el tiempo que me resta de vida, lo dedicaré a enmendar mis maldades. Ayudaré a la reconstrucción de las aldeas y pagaré por mis crímenes. 

Élestor no deseaba luchar más, estaba muerto de cansancio. La propuesta del dragón le pareció una buena idea, no habría más lucha, no más muertes. Había demostrado ser digno del respeto de los elfos, volvería con Rinuviel. Tragó saliva para disimular su agitación y contestó con seguridad:

- Tus palabras son bien recibidas, dragón.  Acepto tu rendición y, siempre que cumplas con tu promesa, tu vida será respetada.

Dúlfenor,  se acercó despacio al joven y se situó frente a él. Levantó su zarpa y le ofreció la mano. Por medio de alguna magia extraña la enorme zarpa del dragón se encogió hasta tomar  el tamaño de una mano humana pero conservando la ferocidad de sus afiladas zarpas.

- Guerrero, te ofrezco mi mano en señal de paz. Sellemos con honor nuestro pacto – dijo el dragón ofreciendo la mano a Élestor-.

        Élestor, ingenuo, tendió su mano al dragón y la estrechó con firmeza.  Pero cuando todo parecía que iba a terminar bien, el despreciable Dúlfenor apretó sus garras contra la carne del guerrero clavándole sus venenosas zarpas. El joven gritó de dolor y retiró la mano rápidamente. 

- ¡¡¡¿Por qué me dañas con tus garras?!!! ¡¡¿Esa es tu forma de  firmar la paz?!!- bramó enfadado Élestor.
- ¡¡¡¡MUAAAJAAAAAAJAAAAAJAAAA!!!!! -carcajeó maléficamente el dragón-. ¿La paz? -se burló- ¡¡¡Ya estás muerto!!!

El pobre Élestor fue engañado por las malas artes del Dragón. Su oferta de paz era una vulgar treta para cogerlo desprevenido. El veneno ya corría por sus venas, la muerte venía a buscarlo. El guerrero perdió la visión, sus piernas dejaron de responderle y cayó fulminado al suelo. 

En el mismo instante en el que Élestor se desplomaba, Rínuviel, prisionera en el hogar de sus padres, sintió un dolor indescriptible, como si le arrancaran parte de su alma. Le invadió una extraña angustia, algo en lo más profundo de su ser le advertía que su amado estaba sufriendo.  Tenía que salir de su encierro y rápido. Con férrea decisión, la más valiente entre las elfas cogió su arco, vistió su armadura de cuero y se propuso huir a cualquier precio. Los familiares y guardianes que vigilaban a Rínuviel no pudieron impedir que escapara. Luchaba y arremetía contra los de su propia familia para evitar ser prisionera, al final, no tuvieron más remedio que dejarla marchar pues el fuego en la mirada de la joven era temible y nadie se atrevió a retenerla. Rínuviel corrió con una rapidez increíble hacia Rinohn. Saltaba de árbol en árbol y sus piernas eran tan raudas como el aleteo de un colibrí. Los animales, sorprendidos, admiraban  la velocidad de la elfa. Era un furioso rayo surcando el bosque. Algo malo había pasado, una sensación dolorosa en su corazón le decía que debía apresurarse. 

Mientras tanto, el malvado Dúlfenor reía satisfecho por haber vencido al humano. Jamás había tenido un oponente tan difícil pero, al final, había salido victorioso.
En ese preciso instante, mientras contemplaba el cadáver del desdichado guerrero, una punzada de culpabilidad atenazó su conciencia. Élestor había sido un rival digno, era el tipo de criatura que representaba los valores que deseaba su padre Zarbón. Aún recordaba, cuando poco antes de la guerra, su padre lo llamó a su presencia y le habló con solemnidad. Aquel discurso quedaría grabado en su memoria y volvía de vez en cuando para atormentarlo:

“Hijo, observé con orgullo como te convertías en un arma de rectitud. Recuerda, nuestro linaje siempre ha gobernado con sabiduría y fuerza. Y sé que mostrarás moderación en el ejercicio de tu gran poder. La verdadera victoria, hijo mío, es saber conmover el corazón de tu pueblo. Te digo esto porque cuando mis días lleguen a su fin, tú serás el rey.”

Dúlfenor recordaba perfectamente la expresión de perplejidad de su padre al darle muerte. Su rostro dibujaba perfectamente la decepción y tristeza del que se siente traicionado. Con un gesto de desagrado, el dragón apartó aquellos recuerdos de su mente, la herida le estaba haciendo delirar. Aquellos sentimientos eran propios de los débiles y él pronto cumpliría con la profecía de su padre; sería rey, pero de todo Dámbil y no lo haría con rectitud y sabiduría sino con miedo y fuego.

Dirigió una última mirada al cuerpo del joven y se marchó. Debía descansar para recuperarse, se dirigiría a las montañas y, una vez sanado, volvería a sembrar el terror y la desesperación  por todo Dámbil. 

Rínuviel no tardó en llegar a la aldea de Rinohn para contemplar la desolación y destrucción que había dejado el combate. Sus ojos buscaban con ansiedad cuando sus más terribles sospechas se confirmaron. No muy lejos, pudo divisar un cuerpo tirado en el suelo, le resultaba familiar....¡¡¡Oh no!!! ¡¡¡Era Élestor!!! Con la respiración contenida se acercó al lugar donde yacía el valiente guerrero. Le tomó el pulso...pero... era demasiado tarde, Élestor había muerto. Destrozada por la pérdida, lloró amargamente mientras sujetaba la cabeza de su amado. Las lágrimas surcaban su rostro, cuando sucedió algo extraordinario. El cadáver de Élestor comenzó a brillar con una luz azul que fue absorbida por el colgante que llevaba Rínuviel (el zafiro de estrella; regalo de su amado) Tanto lloraba que no se dio cuenta de este fenómeno mágico. La elfa sollozaba y gritaba de rabia cuando algunos aldeanos salieron de sus refugios.
Los aldeanos lloraban la muerte de Élestor. Una anciana se acercó para calmar a la desdichada elfa. Mezcladas con  palabras de consuelo, Rínuviel escuchó la historia de lo que había sucedido: cómo Idoreht sacrificó su vida para  ganarse el respeto de los elfos y defender su aldea. Le hablaron del Innombrable y de la sucia trampa que había urdido para asesinar al valiente defensor. Las palabras de la anciana encendieron la furia de la elfa, sus lágrimas cesaron y sus ojos se endurecieron, su mente se nubló con una sola idea; ¡¡Venganza!! 

Rínuviel se incorporó y respiró profundamente. Su nariz, acostumbrada a seguir rastros en los bosques, pronto distinguió el hedor del dragón; se dirigía a las montañas heladas. Haciendo gala de su velocidad sobrenatural, corrió siguiendo a  Dúlfenor hasta que logró distinguirlo en la distancia. El dragón, ignorando que estaba siendo perseguido,  se detuvo cerca de un lago helado para beber agua. La herida lo había debilitado y necesitaba descansar. Se aproximó a la orilla, de un zarpazo rompió un trozo de hielo y se lo echó a la boca. El calor de su aliento derritió el fragmento helado y el dragón bebió con placer. Terminó de saciarse cuando una voz reclamó su atención:

- ¡¡¡Bestia inmunda!!! ¡¡¡Tú me has arrebatado lo que más quería en este mundo!!!- dijo Rínuviel con rabia y fuego en su mirada-.
El dragón la miró con desprecio a la muchacha que acababa de aparecer.

- Ya sé que he sido un poco malvado, pero qué se le va a hacer...nadie es perfecto. Dime joven damisela ¿En qué he podido ofenderla? -dijo Dúlfenor burlándose-.

Las burlas y mofas del dragón fueron demasiado, la elfa no pudo reprimir su ira.
- ¡¡Voy a acabar contigo, aunque sea lo último que haga!!!

Diciendo esto cogió su arco y lazó una flecha contra el rostro del dragón. El proyectil rebotó contra las poderosas escamas y se rompió en varios pedazos. La elfa hizo cantar su arco lanzando una interminable andanada. El Innombrable temía que la suerte dirigiera una flecha hacia la herida abierta en el pecho. Por ese motivo hizo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban para  escapar volando. Usando el lago como cómplice,  dio la espalda a la elfa y lanzó una llamarada contra la superficie helada. El fuego evaporó el hielo y una inmensa nube de  vapor  se alzó  cubriendo los alrededores.

Dúlfenor carcajeó y alzó el vuelo camuflándose en la nube de vapor. La elfa no podía verlo entre la niebla y desesperó. Si el dragón escapaba a las montañas sería difícil encontrarlo, ahora estaba débil y era el momento de acabar con él. Pero cuando todo parecía perdido, el Zafiro de estrella que colgaba de su pecho emitió una potente luz azul. Rínuviel se sorprendió al sentir  la presencia de Élestor. 

- ¿Élestor? ¿Dónde estás? puedo sentirte -dijo la elfa esperanzada-.
Una voz salió del Zafiro de estrella y respondió:
- Rinuviel, cuando te regalé está piedra te dije que era capaz de cosas imposibles. Mi deseo siempre ha sido permanecer a tu lado y el zafiro de estrella me lo ha concedido. Mi alma esta ahora guardada en la piedra y mientras  la lleves puesta, siempre podré estar contigo. Ahora escúchame, ese dragón tiene que morir. Si no lo detienes, todo el mundo mágico estará perdido. 

- Pero... ¿cómo lo hago? -preguntó Rínuviel- mis flechas no le hacen nada y ni tan siquiera puedo apuntar con esta niebla tan espesa.
- El dragón huye porque está gravemente  herido. Durante la batalla conseguí romper las escamas que protegen su corazón. Ahora es vulnerable, dirige tus flechas a la herida.
- ¡Pero no puedo apuntar! -señaló Rínuviel frustrada-.
- Utiliza tu poder elemental, tú me enseñaste a dominar el mío. Qué el poder del aire termine con esta pesadilla.

Rínuviel miró al cielo, el dragón escapaba: ¡No lo permitiría!
La elfa, una Eolirs capaz de dominar las fuerzas del aire, decidió recurrir a un complicado encantamiento. Se concentró mientras ponía una flecha en su arco y apuntaba al cielo. Cantó unos versos en idioma élfico y su cuerpo se iluminó con un aura blanca. En ese instante, un torbellino de aire se formó sobre la superficie del lago helado y un fuerte viento barrió la nube de vapor que ocultaba la huida del dragón. El cielo quedó limpio y claro ¡Ahora veía con claridad! Dirigió su mirada al cielo y apuntó con su fiel arco. El Innombrable volaba alto. Rínuviel entornó los ojos y la vio: una pequeña herida en el pecho de la criatura. Tensó el arco y soltó el proyectil dejando que volara. Mientras la flecha surcaba el cielo, la elfa realizó otro hechizo. Con sus manos creó una corriente de aire que envolvió el proyectil ayudándolo a  que volara firme y preciso.
Dúlfenor escapaba cuando sintió un fuerte escalofrío y un punzante dolor en el pecho.
- ¡¡¡¡¡¡Arghhhhhhhhhhhhhhhh!!!! -gritó el dragón desde los cielos. 

          La flecha, guiada por la magia Eolir, había penetrado en la herida atravesando el oscuro corazón de la bestia. El dragón miró sorprendido su pecho y vio el penacho de la flecha asomar por la herida. Estaba perdido. Sus alas dejaron de responder, la vida se le escapaba. El Innombrable había muerto, y desde los cielos, su cuerpo sin vida se precipitó sobre la superficie helada del lado. Los últimos pensamientos del dragón volvieron a traicionarle, y el eco de las palabras de su padre se repitieron en su memoria hasta que la oscuridad lo envolvió.  El peso de la bestia quebró los hielos con un gran estruendo y se sumergió en las aguas de aquel lugar, que desde aquel entonces recibió el nombre de Lago Infecto.
Rínuviel fue testigo de como el cuerpo del dragón se hundía en las profundidades del lago y usando todo la magia que le quedaba, lanzó un encantamiento. Las aguas del lago se congelaron de nuevo para que jamás pudiera escapar nadie de sus profundidades. El hielo que se formó era de una naturaleza tan extraordinaria que a día de hoy nada ni nadie  ha sido capaz de romperlo, ni tan siquiera el fuego mágico más poderoso.  

En ese momento Finred interrumpió la historia de Victoria y dijo:
- Claro, por eso dice usted que el Innombrable no puede volver. Aunque haya resucitado como No-muerto, no podrá salir de la prisión de hielo en la que se encuentra.
-Exacto -confirmó Victoria sonriendo-.
- ¿Pero por qué dices que es una historia de esperanza? A mí me parece bastante triste -añadió Rosa que había escuchado atentamente todo el relato.
-Bueno, eso es porque no me has dejado contar lo importante.

Tras la muerte del Innombrable, continuó Victoria, se celebraron grandes fiestas. Rínuviel fue considerada una gran heroína entre los suyos y nombrada reina de los elfos. Durante su reinado retiró todas las leyes que impedían que los elfos se relacionaran con los humanos. Los elfos dejaron de ver a los humanos como bárbaros, pues sentían un gran aprecio por el sacrificio que había hecho Élestor. Gracias al amor, se consiguió vencer a uno de las mayores amenazas a la que se ha enfrentado este mundo y además fue una gran victoria contra la intolerancia y el racismo.  Los elfos y los humanos entablaron una sólida relación que permitió que se realizaran fuertes alianzas. Desde entonces, todo cambió a mejor. Por eso es una historia de esperanza, finalizó Victoria

- ¿Y qué pasó con el Zafiro de estrella que encerraba el alma de Élestor? - Preguntó Rosa

Dice la leyenda que Rínuviel vivió una larga vida. No se casó y permaneció por siempre enamorada de Élestor. Muchos decían que la veían hablar con la piedra azul que pendía de su cuello. Al morir la reina, un aura azul envolvió su cuerpo. La  luz brilló unos instantes antes de  ser absorbida por el zafiro que colgaba de su hermoso cuello. Todos creen que las almas de los dos enamorados están dentro del Zafiro de estrella y que así permanecerán toda la eternidad: Juntos, como quisieron estar en vida.
- Ahhh, es una bella historia, Victoria “juntos toda la eternidad” ¡Qué bonito! – exclamó Rosa-. Pero, hay una duda que me corroe; dado que los muertos se alzan de sus tumbas ¿No crees que Górmul podría liberar al Innombrable para que se uniera a su ejército? -preguntó Rosa-.

- Dudo que Górmul se haya interesado por estas lecciones de historia. Es posible que ese maldito tenga el poder suficiente para romper el hielo mágico que mantiene encerrado el cadáver del Innombrable, pero el Lago Infecto es un lugar difícil de encontrar. Solamente en esta biblioteca se pueden encontrar mapas que muestran su ubicación precisa.   

Rosa permaneció pensativa y habló con tono preocupado.

- Victoria, parece que olvidas que Górmul nos engañó a todos cuando se hacía llamar Jálibu. Yo misma fui testigo de los días y días que pasó en esta biblioteca devorando todos los libros  y mapas que había en los estantes...

- ¡¡Un momento!!-interrumpió Finred exaltado- ¿Dónde se encuentra ese lago?

- En el norte, en las tierras que antaño eran conocidas como "Siempreinvierno" -aclaró Victoria-.
- ¡¡¡Por todos los elementos!!!! -exclamó Finred- eso fue lo que dijo Juan. Cuando estábamos en las  casas de curación, el muchacho nos contó que habían visto a Górmul y a su ejército dirigirse hacia esas tierras.

- ¡¡Qué los dioses nos guarden!! -imploró Victoria- Si es cierto lo que dices y el Innombrable se une a Górmul, nada  podremos hacer contra un fuerza tan inmensa. Negros tiempos quedan por venir...muy negros -sentenció con tono sombrío-.

Victoria, Finred y Rosa quedaron sumidos en un preocupante silencio. El peligro era mayor de lo que todos imaginaban.

Mientras tanto, muy al Norte, Górmul caminaba sobre la superficie helada de un lago. El mal encerrado en aquellas aguas sería su mano derecha en la guerra que pondría fin a Dámbil. Retiró la nieve que impedía la visión a través del hielo y desenfundó su espada. Un arma forjada durante varias edades en el corazón del infierno, impregnada de todo el odio y maldad de las criaturas condenadas, ahora, la espada, sería la llave para poner fin a toda la creación. Ver vídeo.

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