miércoles, 14 de febrero de 2018

CAP 17: El Innombrable 2



Ahora fue Rosa quien preguntó a Victoria:

- ¿Cómo es posible que el destino de la pareja de enamorados quedara atado al del Innombrable?

- Para que lo entendáis mejor tendré que contaros lo que sucedió en las tierras del Este y poco a poco lo iréis entendiendo, tened paciencia -explicó Victoria retomando la historia-.



Mientras que los dos enamorados eran felices en los bosques cercanos a Rinohn, en el lejano reino del Este acontecían sucesos que darían lugar a una guerra terrible entre los primeros dragones. 



En aquel tiempo los dragones eran seres majestuosos y sabios. Gozaban de un gran poder pues su magia era asombrosa y el fuego, su elemento favorito. Su rey era Zarbón, una criatura casi celestial de escamas blancas e inmaculadas. Dirigía a su pueblo con bondad y justicia. Eran tiempos de paz y felicidad pues  Zarbón tuvo un hijo. Todos recibieron al vástago con gran alegría pues pensaban que sería igual que su padre. Éste recibió el nombre de Dúlfenor, que significaba "Carbón " en la antigua lengua de los dragones pues el joven príncipe era de escamas negras como la noche. 



Zarbón trató con cariño a su hijo y le enseñó para que, cuando fuera rey, tratara a todos los seres con rectitud y misericordia. Dúlfenor fingía ser un hijo obediente pero en el fondo de su corazón no entendía por qué lo dragones, los seres más poderosos de Dámbil, se conformaban con un pequeño reino al Este del mundo mágico. Se imaginaba lo fácil que sería esclavizar y someter a las todas las razas bajo el poder de los dragones. Así, poco a poco, fue creciendo la oscuridad en el alma del joven dragón que se interesó por las artes oscuras y la magia negra. 

Una de las leyes sagradas del pueblo de los dragones era no fortalecerse más allá de sus capacidades mentales. Según decían, si un dragón no poseía una mente juiciosa capaz de manejar su propio poder, las consecuencias podían ser nefastas. Las formidables bestias  eran entrenadas según su sabiduría y solo los más sabios podían acceder a los secretos más profundos de la magia draconiana. Dúlfenor, al ser hijo del rey, pudo escaparse a este control y burló a sus maestros para conseguir entrenamientos especiales y leer libros de magia prohibidos. Durante mucho tiempo el heredero fingió poseer gran sabiduría para que le permitieran adquirir más poder pero realmente todo era una máscara. El príncipe de los dragones usó las enseñanzas de su padre para aparentar nobleza pero realmente ansiaba ser más fuerte para doblegar a todos bajo su voluntad. 



Este engaño permaneció durante mucho tiempo, demasiado, pues cada año que pasaba Dúlfenor se hacía más poderoso. Llegó un día, en el que el príncipe había superado con creces la fuerza mágica de Zarbón y fue entonces cuando comenzaron los problemas. El hijo del rey se rebeló contra su padre y mintió para sembrar la discordia entre los dragones. El dragón negro consiguió engañar a muchos de su raza y los volvió contra el monarca. El pobre Zarbón quedó destrozado al ver la maldad de su hijo y por el bien de su raza no tuvo más remedio que declararle la guerra al heredero. 



La guerra fue amarga  y sangrienta, Dúlfenor no tenía piedad y veía a todos los dragones como seres débiles y necios pues no aprovechaban su superioridad para ser los señores de Dámbil. Asesinó a su propio padre y ganó la guerra pero, siendo consciente del potencial de los demás dragones, decidió acabar con todos y no dejar a ninguno vivo, incluso a aquellos que lo habían ayudado en la guerra. Primero dio muerte a sus propios seguidores, después eliminó  uno a uno a todos los supervivientes de la guerra. La suerte quiso que algunos dragones decidieran huir para refugiarse en las tierras del Norte, en las montañas heladas. Muy cerca de  la zona donde estaba el hogar de Élestor y Rínuviel. 



Dúlfenor continuó con su macabra cacería. Viajaba en búsqueda de los dragones escondidos para terminar así con cualquier competidor. Allá por donde pasaba sembraba el caos y el terror. No tenía piedad con ninguna criatura ya fuera elfo, humano, orco, troll o duende. Su maldad no tenía fin y disfrutaba quemando aldeas, ciudades y bosques. Devoraba a todos los que osaban plantarle cara. Su piel estaba protegida por unas escamas endurecidas con toda clase de encantamientos, sus dientes eran  como espadas y sus manos terminaban en unas amenazadoras garras que supuraban un veneno mortal.  De camino al norte arrasó  todo lo que se encontraba a su paso y disfrutaba poniendo a prueba su increíble poder. Era tal el miedo que despertaba que solo pronunciar su nombre creaba gran locura entre los habitantes de Dámbil. Por eso dejaron de usar el nombre de Dúlfenor y lo llamaron "El Innombrable" pues decían que usar su verdadero nombre  traía mala suerte y acarreaba malos augurios. 



Las noticias de la llegada del Innombrable despertaron el terror en las tierras del Norte. Algunos se refugiaron en cuevas y cavernas subterráneas. En la aldea de Rinohn todos estaban preocupados pues las noticias indicaban que el Innombrable estaba cada día más cerca. 



Mientras tanto, Élestor estaba totalmente destrozado y permanecía al margen de todo lo que sucedía a su alrededor pues llevaba días sin ver a Rinuviel. Eso era lo único que importaba. Volvía todos los días al bosque a buscar a su amada pero ella no iba a su encuentro. Su corazón estaba roto y su alma se endurecía pues no hay dolor más grande que amar y no ser correspondido. Por la cabeza del pobre Idoreht desfilaron toda clase de ideas para explicar las ausencias de su querida elfa. Unos días pensaba que todo había sido una mentira y que Rínuviel no lo amaba verdaderamente. Otros días su imaginación le traicionaba y le traía imágenes de Rínuviel felizmente casada con un elfo de su tribu. A veces, creía que la pobre elfa podía estar muy enferma e incluso muerta.



Un día, Élestor lloraba en el bosque, cuando una gran roca se apiadó del enamorado y le habló (recordemos que Élestor podía entender la lengua de piedras y rocas ya que era un Terrarus). Al parecer, la roca había escuchado la conversación de unos elfos que cazaban en el bosque. Idoreht se enteró de que la elfa lo amaba pero se hallaba prisionera de sus padres porque no consideraban al humano digno de casarse con su hija. Élestor agradeció a la roca el haberle contado ese secreto y la esperanza volvió a su corazón: ¡Ella lo amaba!


            El joven humano, con ánimos renovados, tomó una decisión: ¡Demostraría a los elfos que era digno de casarse con Rínuviel! Lucharía con el dragón que asolaba Dámbil y  libraría del mal a sus gentes.



Así fue como los destinos de Élestor, Rínuviel y el Innombrable se cruzarían. El humano estaba decidido: Lucharía con el dragón, si lo vencía se convertiría en un héroe y los elfos lo aceptarían. En caso de morir...¡¡¡Qué importaba!!! El joven guerrero prefería morir a vivir sin el amor de Rínuviel. 

5 comentarios:

  1. que bonita maestro delante de dios por la abuela teiya

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  2. maestro por la aabuela que esta mu bonikilla pepi

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  3. Cada día te deja con mas intriga

    Elisea

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  4. maestro eres el mejor chuleta

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  5. Maestro esta muy chula y me gusta mucho y siempre esta mas interesante

    Rosa

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