Antonio oteaba
la delgada línea del horizonte mientras disfrutaba de la serenidad que le
brindaba la soledad de las murallas. La altura del sol indicaba la llegada del
medio día y el calor se acusaba incluso en las zonas más altas del Bastión. Con los brazos cruzados tras la espalda,
caminaba parsimoniosamente haciendo tintinear los remaches de su armadura. Su
encargo era defender las murallas durante el inminente ataque de la horda de
muertos. Tal y como le había pedido
Rosa, debía revisar las máquinas de asedio y potenciarlas para lanzar fuego
sobre el enemigo. Para hacerlo contaba con la ayuda de varios duendes
especializados en el manejo de máquinas.
- Sónic –dijo Antonio llamando a
un duende de piel azulada que trasteaba una catapulta- necesito que revises
estos engranajes, el resorte no funciona y si no lo solucionamos, esta
catapulta será tan inofensiva como un gatito dormido en su cesto.
- Es complicado –contestó el
duende- estas catapultas están diseñadas para lanzar rocas pero no para lanzar
fuego, el exceso de calor hace que el resorte se rompa.
- Hay que encontrar alguna solución, ve a la herrería y pregunta
a los herreros, necesitamos que el resorte aguante bien el calor y los herreros
conocen mejor que nadie los materiales adecuados para solucionar este problema –
ordenó Antonio al pequeño duende-.
El muchacho se
quedó pensativo mientras asumía que durante un buen rato no podría trabajar. Paseaba
de un lado a otro de la muralla cuando se alarmó ligeramente al percibir el sonido de los engranajes y cadenas que alzaban el rastrillo de la
puerta principal. Aceleró el paso y se inclinó
sobre las almenas. Tres personas a caballo abandonaban el Bastión, iban
poco pertrechadas y vestían ropajes similares a los de los exploradores; túnica o coraza de cuero, arco y espada
ligera.
- ¿Quién va? -gritó Antonio desde
las alturas.
- ¡Buenas tardes, Antonio! -respondieron los jinetes mirando hacia su posición-.
Ahora, el joven flaimer pudo
reconocerlas, eran Yumara, Cande y la seño Lola"¿qué se traían entre
manos?"
-¿Dónde vais? -se interesó.
- Vamos a recoger un poco de musgoseta para elaborar
unas medicinas -respondió a voces Yumara- ¿Te gustaría acompañarnos?
- Eso ni se pregunta, en un
segundo os alcanzo -dijo Antonio que ya
corría a preparar su montura. Estaba un tanto aburrido y mientras volvía
su duende con los nuevos resortes, no podía hacer nada, así que pensó que
estirar las piernas le vendría bien.-
Antonio no
tardó mucho en ir a los establos y preparar su caballo, a los pocos minutos el
muchacho dio alcance a sus compañeras y situó su montura al mismo paso para
hacer el camino junto a ellas. La seño Lola montaba una extraordinaria yegua de
pelaje gris, el ligero sudor del camino, aliado con los imponentes rayos del
sol del medio día le otorgaban un aspecto argénteo. Yumara, por su parte, se
dejaba llevar por un orgulloso macho de color inmaculado, blanco como las
montañas del norte. Cande cabalgaba sobre un hermoso ejemplar moteado con
machas blancas en torno a un brillante tono café.
- Gracias por dejar que os
acompañe, estaba tan nervioso como un animal enjaulado. La
tensión en el Bastión se hace palpable, cada día que pasa sin noticias de los
grupos que mandamos en busca de ayuda es una puñalada a la moral de nuestras
tropas -dijo Antonio-.
- Nuestra única esperanza es que
consigan traer el Zafiro, es normal que todos estén un poco nerviosos pero
debemos confiar en nuestros compañeros -
afirmó Yumi-.
- Bueno, y ¿qué es eso que
tenemos que buscar?- se interesó Antonio cambiando de tema.-
- Buscamos un ingrediente para un remedio curativo que se
llama musgoseta que tiene la capacidad de retrasar la muerte cuando las heridas
son muy graves – aclaró la maestra Lola.
Antonio quedó pensativo tratando
de descifrar la aplicación de tal remedio, hasta que preguntó:
- ¿Para qué tal medicina? Es
decir, si las heridas son muy graves y no tienen solución ¿no sería más piadoso
dejar que la muerte siga su curso para evitar el sufrimiento y la agonía al
paciente?
- Es muy buena pregunta, y
trataré de explicártelo - comenzó Lola-. Uno de los peligros a los que nos
enfrentaremos cuando seamos atacados por
las huestes de Górmul es en convertirnos en nuestros propios enemigos. Tal y
como nos han explicado en la asamblea, los cadáveres actúan como recipientes de
las almas malignas. Si tras nuestras murallas mueren los defensores víctimas de
las ballestas y máquinas de asedio, pronto se levantarán como No-muertos para atacarnos
desde dentro. Además, las casas de curación se pueden convertir en un hervidero de muertos andantes. Debemos ser
realistas, no podremos salvar a todos los heridos a los que atendamos, pero con
la musgoseta, podré retrasar su muerte y por tanto, que sean poseídos.
Antonio miró
con cierta admiración a la sanadora, sintió como una oleada de esperanza
agitaba su espíritu, cayó en la cuenta de que todos estaban haciendo un gran trabajo y que eso,
aunque fuese difícil, aumentaba sus posibilidades de victoria.
- Pararemos por aquí -ordenó Cande
que tenía una sensibilidad especial para percibir los sentimientos de los
animales-.
- ¿Aquí? Pero apenas nos hemos
alejado unos cuantos kilómetros del Bastión, podíamos haber venido andando
-observó el joven flaimer-.
- Antonio, los caballos, al igual
que tú, necesitan estirar las piernas. Son nobles rocines de batalla y no se
les puede mantener encerrados en diminutas cuadras, tienen que estar preparados
para el combate -mientras decía esto acariciaba el poderoso costado de su
montura, y esta, tratando de devolverle el gesto de cariño, giró su cuello acercando la cara a la mano de Cande-.
- Bueno chicos - dijo Lola
bajando con cuidado de su yegua- la musgoseta crece en lugares húmedos y
oscuros, tal vez en grietas en la roca o en alguna cueva ¡Vamos, es hora de
buscar!
Comenzaron la búsqueda en las
proximidades a una pequeña colina. Rodearon las faldas de la montaña tratando
de buscar aberturas en la roca. Al poco rato Yumara gritó a sus compañeros:
- ¡Hey! Aquí he encontrado un
buen sitio.
- Mmmm, parece un lugar
prometedor -dijo Lola- Antonio, nos harías los honores de entrar tú primero
-solicitó guiñando un ojo-.
- Con mucho gusto- Antonio se
adelantó captando la indirecta de su compañera, cogió una rama seca del suelo e
invocó su poder elemental prendiéndole fuego improvisando una antorcha.
Las sombras se
proyectaron en el interior de la cueva, grandes y amenazantes. Los cuatro penetraron
en la montaña en busca de la musgoseta. Se sorprendieron al ver que la cueva
era mucho más pequeña de lo aparentaba. Tenía los techos y paredes lisos,
parecían cincelados a voluntad. Cande reparó en el detalle.
- Os habéis fijado en los techos
y las paredes, son extraordinariamente lisos y tiene pinta de haber sido el
hogar de alguien.
- No fue hogar de nadie -aclaró Antonio-
Son almacenes de caza, los usaban los orcos cuando se alejaban mucho de sus
hogares. Habilitaron cuevas de este tipo para almacenar frutas silvestres, o
las piezas que cazaban en las cercanías. De este modo podían estar varios días
cazando en los alrededores sin tener que llevar pesados fardos. Digamos que era
como un almacén temporal. Luego volvían con carros y bestias de carga y se
llevaban todo a sus hogares. Según leí usaban magia de fuego para pulir la roca
y purificarla, de ese modo las alimañas e insectos no podían ocultarse,
quedando a salvo los alimentos que almacenaban. En otros tiempos esta cueva
estaría cerrada por una gran puerta de madera o piedra, pero los años habrán
terminado por hacerla desaparecer.
Efectivamente
para ser un lugar abandonado en mitad de la naturaleza, estaba bastante limpio,
la arena del suelo era fina y uniforme y la temperatura dentro era mucho más
fresca que en el exterior, ideal para mantener
saludable durante unos días cualquier alimento.
- ¡Puaj!- exclamó Yumi desde uno
de los rincones de la cueva- ¿No oléis esa peste?
- Es cierto, yo también la huelo
- afirmó Cande echándose las manos a la nariz-.
- Jeje, aquí tenéis a la
responsable del hedor -Antonio alumbró con la antorcha el cadáver de una
inmensa rata que yacía en el suelo en evidente estado de descomposición- por el
estado de la piel parece que lleva muerta unos 4 días.
- ¡Pobre rata! -lamentó Cande que
amaba a cualquier animal-.
- ¡Ajá! Y aquí está la
"asesina de ratas"- dijo la maestra Lola dirigiéndose a la base de la
pared próxima al animal- ¡¡Musgoseta!!
En el lugar
donde la roca se unía con el suelo crecía una mata de musgo de un color
cobrizo, a diferencia del musgo convencional, la planta estaba formada por
brotes vegetales que tenían forma de minisetas, de ahí el nombre de musgoseta.
- Parece que la rata se dio un
atracón de musgoseta y ha dormido demasiado- señaló Lola-.
- ¿Pero no se supone que esta
planta retrasa la muerte? ¿Por qué ha matado a la rata? - se extrañó el joven-.
- La musgoseta retrasa la muerte,
pero si se consume en altas cantidades
provoca un sueño increíblemente profundo, la rata probablemente lleva durmiendo más de un mes, por tanto no
ha podido alimentarse ni beber. Ha muerto de hambre, no hay cuerpo que aguante
tanto tiempo sin nutrientes -explicó la sanadora-.
- Bueno, la tarde se hace vieja y
deberíamos de regresar pronto al Bastión, cojamos la musgoseta necesaria y
marchémonos.
Desde la apertura de la cueva se
proyectó una nueva sombra hacia el interior y un extraño sentimiento de peligro
se apoderó de los miembros del Consejo.
- Vosotros no iréis a ningún
sitio -dijo una voz arenosa desde la puerta-.
Todos giraron
como resortes para contemplar a un
extraño guerrero vestido con una armadura de cuerno tan negra como el más
profundo de los abismos, su cara estaba cubierta por una máscara terrible y en sus manos empuñaba dos dagas peligrosamente afiladas. Al lado, un
enorme lobo de batalla se encontraba en postura semiflexionada con los pelos de
la espalda erizados: un wargo.
- Tened cuidado, esto no tiene
buena pinta -dijo Antonio susurrando a sus compañeras-.
Cande y Yumi,
instintivamente movieron sus manos despacio hacia su cinto y acariciaron la
empuñadura de las espadas. La maestra Lola se adelantó y se puso junto Antonio
en actitud defensiva mientras empuñaba con firmeza su bastón.
- Ñiajajajaja ¿Y vosotros sois
los que preocupáis a mi Amo? - preguntó sarcásticamente mientras reía-. No
tengo ni para empezar, disfrutaré de esto, os lo prometo -hizo un gesto y el
lobo de plantó amenazador en la puerta impidiendo la huida-
- Ataquemos todos juntos, no
podrá evitar nuestras espadas- propuso Antonio, en voz baja.
Sus compañeros
asintieron ligeramente con la cabeza expresando su conformidad. Mientras, su
atacante avanzaba despacio, haciendo rozar las hojas de sus dagas emitiendo un
molesto silbido.
- ¡¡Ahora!! -dijo Antonio.
El joven hincó
su rodilla en el suelo ofreciendo su espalda a Yumi, ésta se apoyó en su
compañero y dio un gran salto esgrimiendo su espada mientras volaba por los
aires. Por su parte Cande rodó por el suelo dirigiendo una estocada a las piernas.
Era un movimiento ensayado para
desbordar al adversario atacándolo desde varios frentes. Con una rapidez
asombrosa y con movimientos propios de una serpiente, aquel extraño ser consiguió
esquivar el ataque de Antonio y Cande pero Yumi, desde las alturas, consiguió
descargar un mandoble que impactó con la suficiente fuerza como por hacer
saltar la máscara de su contrincante. Al contemplar la cara del ser que los
atacaban quedaron conmocionados y al mismo tiempo aterrorizados, ¡era
imposible! se suponía que llegarían en 4 días ¡¿Cómo podían estar tan cerca del
Bastión?!
- ¡Es un No-muerto! -gritó
alterada Yumi al contemplar el rostro cadavérico de su oponente.
- No-muerto…mmmm -quedó pensativa
la criatura- ¡Me gusta! Aunque prefiero que me llaméis Maldafur, asesino al
servicio de su grandiosidad Górmul, para
serviros… -y con un tono sarcástico añadió-…para serviros una muerte
cruel y lenta ¡Ñiajajaja!
Eee maestro sigue asi con tus historias que me encantan pero lo malo que faltan pocas para que se acaben
ResponderEliminarCada día esta mas interesante
ResponderEliminarElisea
Maestro esta muy chula PEPI
ResponderEliminarMaestro esta muy chula por la abuela Lumi
ResponderEliminarMaestro esta muy bonita Teilla
ResponderEliminarMaestro esta muy interesante Rafi
ResponderEliminarMaestro es muy bonita sigue asín Diana
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