Érase una vez un joven llamado
Antonio. Era alto, tenía los ojos verdes, el pelo negro y era moreno de piel.
Un día iba caminado y al darse cuenta vio una ciudad flotante, fue a subir pero no podía. Se encontró con una mujer que tenía el pelo
rubio y corto y los ojos marrones.
- Hola me
llamo Antonio ¿y tú?
- Yo me llamo Victoria
- Me gustaría subir a esa ciudad
flotante -dijo Antonio-.
- ¿Por qué quieres subir a esa ciudad? - preguntó Victoria-.
- Voy a ver a mi amigo Titón
- contestó Antonio-
- Espera que se lo diga -dijo
Victoria-
- Vale -dijo Antonio- pero ¿cómo
se sube?
- Por los portales y por las
piedras de salto.
A Victoria le gusto la forma de
hablar del muchacho y a Antonio le gusto el pelo de ella y se miraron a los
ojos fijamente. En ese momento Antonio sintió esa mirada profundamente en su
corazón, sintió algo que nunca sintió. Victoria sintió un sentimiento muy
agradable.
Al día siguiente, Antonio fue a Dámbil
a hablar con Titón entonces vino Victoria y les preguntó de qué
hablaban. Entonces Antonio dijo que se iba porque le estaba esperando su padre
y que volvería al día siguiente.
- ¿De qué hablabais? Preguntó Victoria.
- De la Rosa dorada –dijo Titón-.
- Ah - dijo Victoria-.
Al día
siguiente vino Antonio, se encontró con Victoria. Victoria le dio la mano y se
la apretó fuerte como si nunca se la quisiera soltar. Antonio tampoco la quería soltar nunca entonces
los pilló Titón pero se hizo el tonto. Pero
Antonio lo vio y le dijo:
- Titón, espera te tengo que
decir algo. Me he enamorado de Victoria.
Victoria lo escuchó detrás de la
puerta y entró:
- Yo también estoy enamorada de
ti.
A los 2 meses se casaron tuvieron dos mellizos
y se llamaron, uno Antonio y la otra Victoria.
Escrita por Aarón Utrera
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